¡Ay de vosotros, escribas y fariseos!

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

No dejar lo importante por lo pasajero.

Señor, el único deseo de mi alma que valdría la pena saciar, sería el de conformar mi corazón con el tuyo. Pero, al mismo tiempo que poseo esta profunda ilusión, me dedico tan constantemente a perseguir aquellas metas que me obstaculizan tal deseo. Soy tan débil, frágil, voluble. Me conozco y al mismo tiempo no me conozco. El día de hoy cometo los errores que el día de ayer me había propuesto abandonar. Mis apegos se tornan cada vez más complicados y me encuentro lejos de la sencillez. Sí, como los fariseos, descuido lo más importante. Vivo continuamente mirando al exterior, no sólo mío, sino también el de los demás. Y pocas o ninguna vez hago una pausa para contemplar qué es lo que se encuentra en mi interior, como en el de los demás.

Quiero pedirte perdón por ceder constantemente a la tentación del componer mi día a día sin mirar alguna vez al cielo. Perdóname, Dios mío, por marchar tan inconscientemente hacia las cosas que me alejan de mi fin. Aclárame la vista, pues quiero de verdad volverme a Ti. Renueva mi esperanza de poder asemejarme a Ti. No permitas que me pierda entre las confusiones que me alejan de tu amor. Ayúdame a vivir con sencillez, y a trabajar por alcanzar más bien una belleza interior, aquella que sólo tus ojos pueden ver.

 

Si hay algo que me hace feliz, es que Tú hayas venido a los tuyos a enseñarnos a vivir para jamás morir, aprendiendo a descubrir lo único esencial de nuestras vidas. Así quiero hacerlo con la mía en este día, caminar como Tú, mirar como Tú, obrar y sentir como Tú. Limpia por dentro mi vaso con tu amor, purifícame, Señor, y podré ofrecer luego tu amor a los demás también.

«Aquellos fariseos eran muy religiosos en la forma, pero no estaban dispuestos a compartir la mesa con los publicanos y los pecadores; no reconocían la posibilidad de un arrepentimiento y, por eso, de una curación; no colocan en primer lugar la misericordia: aun siendo fieles custodios de la Ley, ¡demostraban no conocer el corazón de Dios! Es como si a ti te regalaran un paquete, donde dentro hay un regalo y tú, en lugar de ir a buscar el regalo, miras sólo el papel que lo envuelve: sólo las apariencias, la forma, y no el núcleo de la gracia, ¡del regalo que es dado!»

(S.S. Francisco, audiencia del 13 de abril de 2016).

Reflexión
Jesús se irrita con los escribas y fariseos porque no ponen en práctica los dictámenes más importantes de la ley: la justicia, la misericordia, la fidelidad, la comprensión.

Como jefes espirituales del pueblo judío parece que han hecho de la religión un «club» en el que sólo tienen acceso unos cuantos hombres instruidos y elegidos entre ellos, mientras que el resto del pueblo forman parte de la plebe ignorante.

Jesús conocía sus intenciones y por eso les recuerda que su principal tarea es la del amor misericordioso y la de la fidelidad del testimonio. ¿Cuántas veces en nuestra vida puede sucedernos algo similar, en donde siendo los líderes espirituales de una familia, de un grupo de amigos, convertimos la fe en un conjunto de leyes que los demás deben cumplir pero que no les ayudamos a vivir mejor su fe con nuestro testimonio en el amor?

No olvidemos que es el amor lo que da sentido a toda nuestra vida y que sin él, como dijo san Pablo «no somos nada». Saquemos de este evangelio la lección del amor y compresión a los demás y busquemos hacer un acto de caridad o un favor a quien sea.

Propósito
Buscar «ser» más y mejor persona, en vez de hacer cosas para «parecer» buen cristiano.

Diálogo con Cristo
Oh, Espíritu de santidad, ven y renueva mi corazón en esta oración. Ven, Espíritu de amor, de paz, y enséñame a ser auténtico y coherente con mi fe para llegar a ser benevolente, lleno siempre de amor y comprensión con todos, especialmente con los más cercanos. Ayúdame a corresponderte con un amor fiel, verdadero y apasionado.

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