Benedicto XVI y Cardenal Sarah publican libro sobre el celibato sacerdotal

El Papa Emérito Benedicto XVI escribió junto al Cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, un libro sobre el sacerdocio y el celibato sacerdotal.

“De la celebración cotidiana de la Eucaristía, que implica un estado permanente de servicio a Dios, surge espontáneamente la imposibilidad de un vínculo conyugal”, indica Benedicto XVI en el libro “Des profondeurs de nos cœurs” (en español significa “Desde lo más profundo de nuestros corazones”) que será publicado el 15 de enero por la editorial Fayard.

Benedicto XVI recuerda que “sin la renuncia a los bienes materiales, no puede existir un sacerdocio” y añade que “la llamada a seguir a Jesús no es posible sin este signo de libertad y de renuncia a todos los compromisos”, según se lee en algunos extractos del volumen, anticipados por Le Figarò.

Creo que el celibato tiene una gran importancia al abandonar un posible dominio terrenal y un círculo de vida familiar; el celibato incluso se vuelve verdaderamente esencial para que nuestro acercamiento a Dios pueda seguir siendo el fundamento de nuestra vida y pueda expresarse concretamente. Obviamente, esto significa que el celibato debe penetrar todas las actitudes de la existencia con sus necesidades. No puede alcanzar su pleno significado si nos ajustamos a las reglas de propiedad y a las actitudes de la vida que se practican comúnmente hoy en día. No puede haber estabilidad si no ponemos nuestra unión con Dios en el centro de nuestra vida”, afirma Benedicto XIV.

En esta línea, el Papa Emérito cuestiona “¿Qué significa ser sacerdote de Jesucristo?” y subraya la importancia en la esencia del ministerio sacerdotal de estar delante al Señor con “la Eucaristía como centro de la vida sacerdotal”.

“El sacerdote debe ser alguien que observa. Debe tener cuidado con los poderes amenazantes del mal. Debe mantener al mundo despierto para Dios. Debe ser alguien que esté delante: en frente del paso del tiempo. En la verdad. Precisamente en el compromiso al servicio del bien. Ponte delante del Señor”, expresa el Papa emérito.

Además, Benedicto XVI recuerda que en la vigilia de su ordenación sacerdotal “estaba profundamente grabado en mi alma lo que significa ser ordenado sacerdote, más allá de todos los aspectos ceremoniales: significa que debemos ser purificados sin pausa e invadidos por Cristo para que sea Él quien hable y actúe en nosotros, y cada vez menos nosotros mismos. Me quedó claro que este proceso de volverse uno con Él y renunciar a lo que es nuestro dura toda la vida e incluye liberaciones y renovaciones dolorosas”.

Creo que el celibato tiene una gran importancia al abandonar un posible dominio terrenal y un círculo de vida familiar; el celibato incluso se vuelve verdaderamente esencial para que nuestro acercamiento a Dios pueda seguir siendo el fundamento de nuestra vida y pueda expresarse concretamente. Obviamente, esto significa que el celibato debe penetrar todas las actitudes de la existencia con sus necesidades. No puede alcanzar su pleno significado si nos ajustamos a las reglas de propiedad y a las actitudes de la vida que se practican comúnmente hoy en día. No puede haber estabilidad si no ponemos nuestra unión con Dios en el centro de nuestra vida”, afirma Benedicto XIV.

En esta línea, el Papa Emérito cuestiona “¿Qué significa ser sacerdote de Jesucristo?” y subraya la importancia en la esencia del ministerio sacerdotal de estar delante al Señor con “la Eucaristía como centro de la vida sacerdotal”.

“El sacerdote debe ser alguien que observa. Debe tener cuidado con los poderes amenazantes del mal. Debe mantener al mundo despierto para Dios. Debe ser alguien que esté delante: en frente del paso del tiempo. En la verdad. Precisamente en el compromiso al servicio del bien. Ponte delante del Señor”, expresa el Papa emérito.

Además, Benedicto XVI recuerda que en la vigilia de su ordenación sacerdotal “estaba profundamente grabado en mi alma lo que significa ser ordenado sacerdote, más allá de todos los aspectos ceremoniales: significa que debemos ser purificados sin pausa e invadidos por Cristo para que sea Él quien hable y actúe en nosotros, y cada vez menos nosotros mismos. Me quedó claro que este proceso de volverse uno con Él y renunciar a lo que es nuestro dura toda la vida e incluye liberaciones y renovaciones dolorosas”.

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