¿Cristo ha resucitado? Entonces, nosotros también resucitaremos

Por: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net 

Cuando estudiamos el Catecismo, ¿por qué lección empezamos? Seguramente, que no comenzamos nunca por la primera de todas, sino que llegamos a ella después de muchos días. Lo cual es un error, desde luego. ¿Cuál es la lección primera? Sin discurrir un momento, digamos que es la Resurrección de Jesús. Eso que decimos en el Credo: y al tercer día resucitó de entre los muertos, es lo primero de todo.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos lo recuerda hoy al afirmar que la resurrección constituye la confirmación de todo lo que Jesucristo hizo y enseñó. Con estas palabras no hace sino repetirnos lo del apóstol San Pablo: – Si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación, es inútil vuestra fe.

Una vez más que volvemos sobre este misterio, fundamento de todo lo que creemos y esperamos y amamos, porque no vamos a amar a un muerto que nos habría engañado.

Si se cree en la Resurrección, hay que admitir todo el Evangelio y hay que darse a Jesucristo.

Si no se cree en la Resurrección es inútil insistir en ninguna otra verdad.

Los cristianos de la Iglesia Oriental de Europa, sobre todo en Rusia, celebran la Resurrección de una manera espléndida. Durante todo el sábado, el día se pasa triste, muy triste. En el templo aparece sólo el sepulcro sellado, con Jesucristo muerto dentro de la roca. Pero al anochecer, las calles empiezan a iluminarse con el esplendor de antorchas y más antorchas que se dirigen hacia la iglesia. Al llegar la nutrida procesión, se abre la puerta y aparece el sacerdote vestido de blanco, con un manto flotante, lujoso, lleno de gracia y majestad. En su mano, el crucifijo que levanta en alto, mientras canta jubiloso por tres veces:
-¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo a resucitado! ¡Cristo ha resucitado!…

La multitud responde con gritos a cada proclama:
-¡En verdad que ha resucitado! ¡En verdad que ha resucitado! ¡En verdad que ha resucitado!…
Entran todos en el templo, espléndidamente iluminado, como quien entra en la gloria. Y llega un momento en que el coro invita a todos cantando:
– Abracémonos unos a otros, llamémonos hermanos, perdonemos a los que nos odian y cantemos todos juntos: ¡Cristo ha resucitado de entre los muertos!

En este momento estalla el júbilo incontenible. Todos se besan y abrazan, ricos y pobres, grandes y pequeños. El que da el beso saluda:
– ¡Cristo ha resucitado!
Y responde el que lo recibe:
– ¡Sí, Cristo ha resucitado!

No acaba aquí este grito de triunfo. Durante los días pascuales seguirá en la vida como normal este saludo, al encontrarse dos personas
– ¡Cristo ha resucitado!
– ¡Sí, Cristo ha resucitado!

Así se celebraba la Resurrección en Rusia, y Dios quiera que se haya renovado para no suprimirse ya nunca. Bella la función. Pero, sobre todo, profunda en su significado, porque resume todo lo que es nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor.

Sin el amor a Jesucristo no se explica este gozo.
Sin esperanza de tener esta misma gloria del Señor, tampoco se comprende esta alegría.
Sin fe en todo lo que creemos, resulta ininteligible tal celebración.

La celebración pascual se convierte entonces en una vivencia extraordinaria de esas tres virtudes –la fe, la esperanza, la caridad– que impulsan y activan todo el organismo sobrenatural de la vida cristiana.

Nosotros, siguiendo el Catecismo de la Iglesia Católica, sacamos todas las consecuencias. Nuestra vida entera es un vivir según Jesucristo Resucitado. Esto, cada día, siempre. El domingo, en especial, renovamos con la Eucaristía la celebración pascual. Porque sentimos, experimentamos y vivimos todo el misterio de nuestra fe. Esto es de cada día, y no hace falta estar en tiempo pascual para recordarlo y vivirlo.

¿Cristo resucitó, venciendo la muerte y todas las fuerzas de la naturaleza? Entonces, Jesucristo está sobre todo lo creado. Jesucristo es Dios.
¿Cristo resucitó, cumpliendo su palabra? Entonces, le creemos a pie juntillas. Era lo que Él decía. Era el Salvador.
¿Cristo resucitó? Entonces, hemos quedado santificados y salvados, porque ha podido mandarnos desde el seno de Dios el Espíritu Santo.

¿Cristo ha resucitado? Entonces, somos con Él hijos de Dios, porque nos ha metido en su misma vida.
¿Cristo ha resucitado? Entonces, nosotros también resucitaremos, porque estamos unidos a Él en un mismo cuerpo, como los miembros con la cabeza.
¿Cristo ha resucitado? Entonces, nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, y llevamos ya en la tierra la vida del Cielo.

¿Seguimos con las preguntas? Haríamos una lista interminable. Pero, vamos a la última, que es muy sencilla de hacer, y ojalá sepamos responderla todos: -¿Sabemos bien la primera lección del Catecismo?…

Related posts

*

Top