El corazón de una madre

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El corazón de una madre se desgarra cuando sabe que uno de sus hijos está perdido. Me imagino que este era el sentimiento de María al darse cuenta que no sabía dónde estaba su amado hijo. En momentos difíciles, en este caso la pérdida de un hijo, es cuando podemos ver cuánto amamos las cosas que tenemos. Sus padres sienten que su mundo se derrumba. Seguramente cuando lo encuentran van directamente a abrazarlo y decirle cuánto lo buscaron, cuánto lo extrañaron, que nunca más quieren perderlo; así reconocen que su hijo es el tesoro más grande que tienen.

Otro tipo de pérdida de un hijo es cuando va por mal camino. Esto puede suceder muy a menudo e incluso en familias muy buenas. Lo primero que me viene a la mente son las palabras que le dirigió san Ambrosio a la madre de san Agustín: «Un hijo de tantas lágrimas no puede perderse», porque la primera actitud que como padres se debe tener, el rezar por los propios hijos para que puedan retomar el buen camino que, a fin de cuentas, es por su propio bien, pero claramente no es fácil y se necesitarán muchas oraciones y lágrimas hasta que Dios pueda tocarles el corazón.

«Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas». En el corazón tenemos tantas cosas que nos han sucedido y que, de una u otra manera, han dejado huella. Orar ante el Señor es un momento especial para abrirle el corazón y contarle las cosas que conservábamos, especialmente aquellas que son más dolorosas. Me imagino a María haciéndolo todos los días, y no solo de las cosas extraordinarias, sino también de su día a día con Jesús y José.

«La Virgen nunca pidió nada para sí misma, nunca. Sí, para los demás: pensemos en Caná, cuando va a hablar con Jesús. Nunca ha dicho: “Soy la madre, mírenme: seré la reina madre”. No lo dijo nunca. No pidió algo importante para ella, en el colegio apostólico. Sólo acepta ser madre. Acompañó a Jesús como discípula, porque el Evangelio muestra que siguió a Jesús: con sus amigas, mujeres piadosas, seguía a Jesús, escuchaba a Jesús. Una vez que alguien la reconoció: “Ah, ahí está su madre”, “Tu madre está aquí”… Seguía a Jesús. Hasta el Calvario. Y allí, de pie… la gente seguramente decía: “Pobre mujer, lo que sufre”, y los malos seguramente dijeron: “Ella también tiene la culpa, porque si lo hubiera educado bien esto no habría acabado así”. Allí estaba, con el Hijo, con la humillación del Hijo. Honrar a la Virgen y decir: “Esta es mi Madre”, porque ella es la Madre. Y este es el título que recibió de Jesús, justo ahí, en el momento de la Cruz».
(Homilía SS Francisco, 3 de abril de 2020).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar el rosario por los niños que sufren en el mundo, que son huérfanos, maltratados y no se sienten queridos.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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