El pan divino para los hombres

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cada vez que acudimos a la Misa nos damos cuenta de lo que significa la multiplicación de los panes en su sentido más profundo. Cristo quiso multiplicarse para que todo el que venga a Él pueda probar la vida eterna en su cuerpo, ya que el pan y el vino consagrado son verdaderamente el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo. El sacerdote es el instrumento de Dios para obrar este milagro y sin su sí Cristo mismo no podría hacerse presente y llenar nuestro vacío de Él, es increíble cuanta confianza tiene Cristo en su Iglesia y sus sacerdotes dándoles custodia de su santísimo cuerpo. Por eso les dice: Denles ustedes de comer.

El acto de confianza también está de nuestra parte porque si no creyéramos que Cristo puede obrar milagros vana sería nuestra oración. Nuestro esfuerzo es importante porque es una parte de la relación que tenemos con Dios. Sabemos que Él siempre será fiel por eso nuestras acciones son la parte más difícil de realizar, pero pidiendo la gracia de confiar en el Señor y secundar sus palabras, podemos colaborar en la multiplicación del bien.

«La Iglesia no es nuestra, hermanos, es de Dios; Él es el dueño del templo y del sembrado; todos tienen cabida, todos son invitados a encontrar aquí y entre nosotros su alimento. Todos. Y Él, el que preparó las bodas para su Hijo- manda a buscar a todos, sanos y enfermos, buenos y malos, todos. Nosotros somos simples “servidores” no podemos ser quienes impidamos ese encuentro. Al contrario, Jesús nos pide, como lo hizo a sus discípulos: “Denles ustedes de comer”; este es nuestro servicio. Comer el pan de Dios, comer el amor de Dios, comer el pan que nos lleva a sobrevivir también».
(Homilía de S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hacer, hoy, diez minutos de adoración eucarística.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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