El reto de estar junto a Cristo

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es bastante obvio que Santiago y Juan eran ambiciosos. No les bastaba con el honor de estar en el selecto grupo de los Doce. Querían ser la mano derecha e izquierda del Maestro. Buscaban lo mejor en este nuevo Reino que Jesús anunciaba. No había límites en su objetivo y le expusieron claramente -por medio de su madre- aquello que deseaban.

¿Qué tipo de ambición es ésta? ¿Acaso buscaban un cargo de honor y poder en el Reino de la humildad y mansedumbre? Tal vez algo sí; somos humanos y se pueden colar intenciones egoístas de por medio. O tal vez no, sobre todo si recordamos el primer encuentro con Jesús. Juan había sido discípulo del Bautista, escuchó la exclamación «¡He aquí el Cordero de Dios!» y sin pensarlo dos veces se adhirió al grupo de seguidores de Jesús. En ese momento, Jesús da media vuelta, lo mira y le pregunta: «¿Qué buscas?» Tal vez, con el paso del tiempo, la búsqueda seguía siendo la misma: «Maestro, ¿dónde vives?» (Jn 1, 35-39). Un camino de descubrir y encontrarse profundamente con el Salvador, el Maestro, el Amigo.

Es cierto, de todas maneras, Santiago y Juan eran ambiciosos. Por algo se llamaban los «hijos del Trueno». Donde caen tienen que hacer ruido y deslumbrar. Y no sólo por el temperamento. Seguramente su mismo corazón era como de trueno, que nace de una fricción muy fuerte en las alturas y que conecta el cielo con la tierra. Su mismo amor era como un trueno: ¡A los pocos años el resplandor de Santiago llegaría hasta el extremo del imperio Romano, allá por España!

La sana ambición es una fuente de energía. ¿Y si nuestra ambición tiene el único motivo del amor? Amar más, amar mejor, estar lo más cerca posible del Señor. Con esta fuerza como de un trueno, el amor deja de ser una idea bonita pero abstracta. El amor se traduce en beber el cáliz de la cruz; la ambición se hace carne en el servicio más humilde. Para el que ama de verdad a Cristo, no hay reto demasiado exigente

«Ir por los caminos siguiendo la «locura» de nuestro Dios que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo. Ir por los caminos de nuestro Dios que nos invita a ser actores políticos, pensadores, movilizadores sociales. Que nos incita a pensar en una economía más solidaria que esta. En todos los ámbitos en los que nos encontremos, ese amor de Dios nos invita llevar la Buena Nueva, haciendo de la propia vida una entrega a él y a los demás. Esto significa ser valerosos, esto significa ser libres.»
(Discurso de S.S. Francisco, 30 de julio del 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy pondré un esfuerzo especial en mi trabajo o responsabilidades, ofreciéndole al Señor lo mejor de mí.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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