Fe en los planes de Dios

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

A veces nos suceden cosas que no nos podemos explicar y vamos con Dios para que nos las explique. Le pedimos que nos ayude con nuestras dificultades, pero parece que no nos escucha y, en momentos, hasta salen peor de los que esperábamos.

En estas circunstancias es bueno ponerse a reflexionar sobre nuestra forma de ver las cosas y la de Dios. Ciertamente Dios quiere nuestro bien y vela para que seamos felices, pero sus modos no son los nuestros porque Él piensa como Dios; sabe en su eterna sabiduría cuáles son las cosas que nos convienen y a qué tiempo, pero sin haber hecho este ejercicio, no podemos entenderlas.

Un paso más profundo de este camino de fe es tener a Dios como amigo, confiándole todo lo que aspiramos, queremos, como también reprocharle sus «errores» que a fin de cuentas son los caminos divinos, los cuales, aunque incomprensibles para nosotros, nos acercan más a Él, aunque nos sintamos lejos. Todo lo que tenemos que hacer es confiar y tener fe de que Dios nos va llevar a buen fin.

«La autoridad nace del buen ejemplo, para ayudar a los otros a practicar lo que es justo y necesario, sosteniéndoles en las pruebas que se encuentran en el camino del bien. La autoridad es una ayuda, pero si está mal ejercida, se convierte en opresiva, no deja crecer a las personas y crea un clima de desconfianza y de hostilidad, y lleva también a la corrupción.

Jesús denuncia abiertamente algunos comportamientos negativos de los escribas y de algunos fariseos.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 5 de noviembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pediré a Dios que me ayude a tener fe en sus planes, aunque no los comprenda claramente.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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