Herodes va a buscar al niño para matarlo

Meditación del Papa Francisco

En los relatos evangélicos de la infancia, es emblemático en este sentido el rey Herodes, que viendo amenazada su autoridad por el Niño Jesús, hizo matar a todos los niños de Belén. La mente vuela enseguida a Pakistán, donde hace un mes fueron asesinados cien niños con una crueldad inaudita. Deseo expresar de nuevo mi pésame a sus familias y asegurarles mi oración por los muchos inocentes que han perdido la vida.

Así pues, a la dimensión personal del rechazo, se une inevitablemente la dimensión social: una cultura que rechaza al otro, que destruye los vínculos más íntimos y auténticos, acaba por deshacer y disgregar toda la sociedad y generar violencia y muerte. Lo podemos comprobar lamentablemente en numerosos acontecimientos diarios, entre los cuales la trágica masacre que ha tenido lugar en París estos últimos días. Los otros “ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos”. Y el ser humano libre se convierte en esclavo, ya sea de las modas, del poder, del dinero, incluso a veces de formas tergiversadas de religión. Sobre estos peligros, he pretendido alertar en el Mensaje de la pasada Jornada Mundial de la Paz, dedicado al problema de las numerosas esclavitudes modernas. Todas ellas nacen de un corazón corrompido, incapaz de ver y de hacer el bien, de procurar la paz.

Constatamos con dolor las dramáticas consecuencias de esta mentalidad de rechazo y de la “cultura de la esclavitud” en la constante proliferación de conflictos. (Discurso de S.S. Francisco, 12 de enero de 2015).

Reflexión
Desde siempre, la Iglesia posee la firme convicción de que quienes padecen la muerte por razón de la fe, sin haber recibido el Bautismo, son bautizados por su muerte con Cristo y por Cristo. Este Bautismo de sangre como el deseo del Bautismo, produce los frutos del Bautismo sin ser sacramento (Catecismo Universal de la Iglesia Católica, nº 1258).

A los cuarenta días de haber nacido, María y José llevaron a Jesús al Templo para presentarlo al Señor. En esta ocasión Simeón les dijo: “Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción” – y dirigiéndose a María: “¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!” (Lc 2, 34).

Esta profecía pronto se iba cumpliendo, aquí en particular, por las circunstancias que motivaron la huida de la Sagrada Familia a Egipto. En el corazón de Herodes se habían despertado recelos contra su nuevo contrincante. Es verdad, Jesucristo era un Rey, y vino para reinar. Sin embargo, su estilo de reinar iba a ser muy diferente: vino a reinar sirviendo.

Pero no hubo tiempo para darle explicaciones a Herodes. San José actuó como hubiese actuado todo buen padre de familia: sin hesitar llevó a los suyos hacia un lugar donde estaban seguros. Y ahí los iba manteniendo – cosa que no era fácil, porque todo refugiado suele ser despreciado.

Por otra parte, el corazón de María sufrió una de las primeras heridas que la espada profetizada le iba a deparar. Le debió de haber dolido profundamente este rechazo y esta enemistad a muerte, que desde el inicio se habían desatado en su propio pueblo contra su Hijo divino. Al conocer después el hecho de la matanza de los inocentes Ella habrá ofrecido sus purísimas lágrimas a Dios en reparación por tan grande ofensa. Amor y dolor siempre estaban muy unidos en la vida de María.

Propósito
Apoyar directamente o con mi oración, las asociaciones que luchan a favor de la defensa de la vida.

Diálogo con Cristo
Jesús mío, a muchos escandaliza la reacción de Herodes al matar a tantos inocentes. Tristemente hoy, en nuestra sociedad marcada por la cultura de la muerte, ocurre lo mismo. Pocos reaccionan ante la muerte injusta de millones de niños en el vientre de su propia madre. Ayúdame a defender siempre la vida, que haga lo que me toca hacer: orar por las madres que han perdido el sentido de su maternidad, orar por los gobernantes que aprueban estos homicidios para que sepan descubrir el valor y la dignidad de cada persona.

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