Como detalla el “padre de la historia de la Iglesia”, Eusebio de Cesarea, San Dionisio vivió en el año once del reinado del emperador romano Marco Aurelio, siendo uno de los más distinguidos hombres de la Iglesia del siglo II a consecuencia de su celo apostólico.
Según el Martirologio Romano fue el obispo de Corinto (Grecia), estaba dotado de un admirable conocimiento de la palabra de Dios, y no sólo se encargó de instruir y guiar a sus fieles, sino también a los obispos de otras ciudades y provincias mediante cartas.
Eusebio de Cesarea recolectó las siete cartas católicas a las iglesias de Lacedemonia, Atenas, Cnosos, Nicomedia, Gortina, Amastris y Roma. Además otras dos cartas dirigidas a Dionisio de parte del Obispo Pinito de Cnosos (Creta) y de una dama llamada Crisófora.
En tercer lugar escribió a los cnosianos, haciendo recomendaciones a su obispo Pinito para que no sea demasiado duro con sus hermanos que luchaban por la virtud de la continencia. Seguido, escribió a los de Nicomedia en contra de la herejía marcionita.
La quinta carta estuvo dirigida al Obispo Felipe de Gortina, elogiándolo por su rechazo a la herejía. La sexta estuvo dirigida a los de Amastris, hablando del matrimonio, continencia y recomendando el trato caritativo a aquellos que habían caído en el pecado o la herejía.
San Dionisio dedicó su vida a descubrir y develarles a los fieles las raíces filosóficas paganas que dieron origen a las diferentes herejías de los primeros siglos.
La tradición griega asegura que murió martirizado en el 178, pese a que es probable de que haya muerto de forma natural.