Hoy se celebra a San Martín de Tours, patrono de la Guardia Suiza Pontificia

Cada 11 de noviembre la Iglesia Católica celebra la fiesta de San Martín de Tours, el exsoldado romano convertido al cristianismo que llegó a ser obispo, y que quedó inmortalizado en la memoria de los fieles por uno de sus gestos de caridad. San Martín de Tours es patrono de iglesias, asociaciones, iniciativas y diversos lugares alrededor del mundo.

Soldado de Cristo

Martín nació en Panonia (actual Hungría) alrededor del año 316. Fue hijo de padres paganos. Su padre fue militar y él, siguiendo la tradición familiar, ingresó a los 15 años a la guardia imperial romana. Mientras integraba el ejército, se convirtió al cristianismo y fue admitido como catecúmeno.

Su vínculo con la carrera militar, hizo que la tradición lo eligiera como Patrono de la Guardia Suiza, el llamado “ejército del Papa”, el que alguna vez cumplió funciones convencionales y que hoy solo custodia el Estado Vaticano y a quienes residen o transitan en su pequeño territorio.

Caridad “a capa y espada”

Hacia el año 337, encontrándose Martín con las huestes romanas en Amiens, al norte de Francia, vio a un mendigo recostado junto a la puerta de la ciudad, tiritando de frío.

El noble soldado al verlo en esas condiciones, espada en mano, dividió su capa en dos: una mitad la conservó por respeto a quien se la otorgó, el Imperio al que servía, mientras que la otra la usó para cubrir el helado cuerpo del mendigo, dándole cobijo y abrigo.

El gesto dejó atónitos a quienes lo presenciaron, ya que los oficiales romanos, por regla, jamás mostraban compasión o piedad con nadie, menos con los débiles.

Días después, Martín tuvo un sueño en el que Cristo aparecía diciéndole a los ángeles: “Martín, siendo todavía catecúmeno, me ha cubierto con este vestido”.

Aquel gesto de amor por el prójimo, de desprendimiento y justicia, ha quedado perennizado en el arte, en óleos y frescos, como puede constatarse fácilmente si se revisa la iconografía del santo. Mención aparte merece la impresionante pintura que hizo el Greco representando el episodio del santo y el mendigo.

Monje, sacerdote y pastor

Una vez que Martin renunció a la milicia, se unió a los discípulos de San Hilario de Poitiers y adoptó un modo de vida ascético y de oración constante. Lamentablemente, Hilario tuvo que exiliarse y abandonar Poitiers, por lo que Martin decidió también dejar la ciudad y asentarse en Milán.

Allí se reencontró con su madre, a quien pudo convertir al cristianismo. Penosamente no tendría la misma suerte con su padre.

Cuando Hilario regresa a Poitiers, Martin decide ir a su encuentro. De vuelta a la ciudad francesa, se dedicó a impulsar la construcción de un monasterio en Ligugé -el primero en construirse en Europa-.

Allí vivió como monje durante una década bajo la dirección espiritual de Hilario, su preceptor espiritual. Este lo prepararía para el diaconado y el sacerdocio. Tras recibir el orden sacerdotal, Martin sería elegido obispo de la ciudad de Tours.

El episodio con Prisciliano

Como obispo, Martin se dedicó a la evangelización y a combatir la influencia pagana dentro de la Iglesia, en especial la producida por el gnosticismo. En ese propósito tuvo que enfrentar al obispo Prisciliano, quien había adoptado la doctrina maniquea.

Martin estuvo permanentemente en disputa con este en el campo doctrinal, pero aún con eso, no dudó en mostrar su rechazo en público cuando Prisciliano fue encarcelado y condenado a muerte, a consecuencia de las presiones políticas ejercidas por Idacio, obispo de Mérida.

Martín intercedió por Prisciliano ante el emperador, pero este no le hizo caso y se inclinaría a favor de Idacio. Martín, golpeado por estos tristes sucesos, rompería todo vínculo con el obispo de Mérida hasta el epílogo de sus vidas, cuando se reconciliaron.

Últimas acciones pastorales

Martín fundó una comunidad denominada “Maius Monasterium” (monasterio mayor), también conocida como Marmoutier.

Además, en su afán evangelizador, dedicó los últimos 25 años de su vida a viajar por las regiones de Turena, Chartres, París, Autun, Sens y Vienne.​ La muerte lo encontró en Candes (actual Candes-Saint-Martin) en el año 397.

A rezar a la “capilla”

Tras su muerte, la media capa que regaló al mendigo fue encontrada y puesta en una urna, construyéndose un santuario pequeño para conservarla, uno que sirviera al mismo tiempo como lugar de culto. Se cree que el uso del nombre “capilla” para designar a todo templo pequeño tiene que ver directamente con la historia de San Martín.

Como en latín “media capa” se dice “capilla”, la gente solía decir: “Vamos a orar donde está la capilla”, en alusión al santuario del santo. La costumbre devino en el uso, más corto y coloquial, de la expresión “a la capilla”.

De esta forma, la palabra “capilla”, mediante su vulgarización, empezó a denotar a cualquier edificación o espacio pequeño dedicado exclusivamente a la oración o la liturgia. Fue así, con este significado, como el término quedaría incorporado a muchas lenguas, incluyendo el castellano.

Patronazgos: De Europa a América

San Martín es patrono de países como Francia y Hungría. También lo es de ciudades importantes como la capital de Argentina, Buenos Aires, ciudad donde nació el Papa Francisco. En torno a este último patronazgo existe una bella historia.

La costumbre obligaba a los conquistadores españoles a consagrar todas las ciudades que fundaron a algún santo. La “Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires” no podría haber sido la excepción.

Entonces, los fundadores decidieron barajar nombres y echarlo a suerte. Se confeccionaron las balotas marcadas con los nombres de los candidatos, y se determinó que la ciudad se pusiese bajo la protección del santo o santa que saliese sorteado.

Realizado el sorteo, podía leerse el siguiente nombre en la balota extraída: “San Martín de Tours”. Algunos se alegraron, mientras otros se mostraron disconformes por tratarse de un “santo francés”. Así que decidieron repetir el proceso dos veces más, y las dos veces volvió a salir el nombre del santo de Tours.

Los fundadores no presentaron más objeciones y aceptaron el resultado como voluntad divina. San Martín de Tours había sido elegido patrono de la capital del Virreinato del Río de la Plata, hoy la República Argentina.

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