En el siglo primero San Simeón sirvió como el segundo obispo de Jerusalén. Además fue pariente de Cristo, según lo describen el Evangelio de San Mateo (13, 55) y San Marcos (6, 3).
En el libro Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea (Padre de la historia de la Iglesia), este santo es descrito como primo del Señor -según la carne- al ser hijo de Cleofás, el hermano de San José.
Después del martirio a mano de los judíos del primer obispo de Jerusalén, Santiago el Justo, y la inmediata toma de la ciudad, la tradición cuenta que los apóstoles y discípulos del Señor, que aún permanecían con vida, se reunieron y deliberaron que Simeón sería nombrado su sucesor.
Como describe Eusebio de Cesarea, en tiempos del emperador Trajano resurgió en las ciudades y otros lugares de Palestina una nueva persecución contra los cristianos por causa de las revueltas del pueblo.
Fue entonces que el Obispo de Jerusalén, Simeón, fue denunciado como cristiano y descendiente de David, siendo sentenciado a muerte por el gobernador romano Ático. Fue torturado y crucificado a la edad de 120 años.