Jesucristo ¿realmente presente en la Eucaristía?

Por: P. Jorge Loring, S.I. | Fuente: Catholic.net

Jesucristo es Dios y Hombre verdadero. Como Dios está en todas partes. Como Hombre está solamente en el cielo y en el sagrario, en el Sacramento de la Eucaristía. El sagrario es lo principal de la iglesia; aunque a veces no está en el altar mayor. El sagrario es una especie de casita, con su puerta y con su llave. Allí está Jesucristo, y por eso, al lado hay encendida una lamparita. Siempre que pasemos por delante, debemos poner la rodilla derecha en tierra, en señal de adoración, lo mismo si está reservado que si está expuesto.

Diferencia entre imágenes y Eucaristía, veneración y adoración

Las imágenes merecen nuestra veneración y respeto porque están en lugar del Señor, de la Virgen y de los Santos, a quienes representan. Son sus retratos, sus estatuas. Pero lo que hay en el sagrario no es un retrato o estatua de Jesucristo, sino el mismo Jesucristo, vivo, pero glorioso: como está ahora en el cielo. Las imágenes no se adoran, se veneran. A Jesucristo, en el sagrario, sí lo adoramos. Adoración consiste en tributar a una persona o cosa honores de Dios. Se llama culto de latría. Se diferencia del culto de dulía que consiste en la veneración que se tributa a todo lo que no es Dios, pero se relaciona con Él (imágenes, reliquias, etc.). A los santos se les tributa culto de dulía, que es de intercesión ante Dios.

La adoración sólo se tributa a Dios. El doblar la rodilla tiene distintos significados, según la voluntad del que lo hace: ante la Eucaristía es adoración, ante una imagen es veneración, ante los reyes es reverencia. La veneración de las imágenes no va dirigida a la materia de la que está hecha (piedra, madera, lienzo o papel) sino a la persona a la que representa. Cuando tú besas la foto de tu madre, tu beso no se dirige al papel fotográfico sino a tu madre en persona. La idolatría se dirige a la imagen misma. Dice el Concilio II de Nicea: el honor tributado a la imagen va dirigido a quien está representado en ella.

El Dios del Antiguo Testamento no tenía cuerpo. Era invisible. No se le podía representar por imágenes. Las imágenes de aquel tiempo eran ídolos. Pero desde que Cristo se hizo la imagen visible del Dios invisible, como dice San Pablo, es lógico que lo representemos para darle culto. Los textos de la Biblia que prohíben hacer imágenes son para los del Antiguo Testamento, por el peligro que tenían de caer en la idolatría como los pueblos vecinos. Ya no valen hoy día; como tampoco valen otras leyes del Antiguo Testamento, por ejemplo, la circuncisión y la pena de muerte para los adúlteros.

El Nuevo Testamento perfecciona el Antiguo. Los textos del Nuevo Testamento que hablan de los ídolos, se refieren a auténticos ídolos adorados por paganos, pero no a simples imágenes. Por eso el Concilio Ecuménico de Nicea del año 787, justificó el culto de las sagradas imágenes. Las imágenes son la Biblia del pueblo. Decía San Gregorio Magno : Las imágenes son útiles para que los iletrados vean en ellas lo que no son capaces de leer en los libros. Los Testigos de Jehová, hasta el saludo a la bandera nacional lo consideran como un acto de idolatría. Esto es absurdo.

La Eucaristía, una Persona

Es muy importante que consideres a Jesucristo en el sagrario, no como una cosa, sino como una Persona que siente, que ama, que te está esperando. Jesucristo está en el sagrario, deseando que vayamos a visitarle. Debemos ir con frecuencia a contarle nuestras penas y necesidades, y a pedirle consuelo y ayuda. Es muy buena costumbre entrar a saludar a Jesucristo al pasar por delante de una iglesia, al menos una vez al día. Aunque sea brevemente. Por mucha prisa que tengas puedes entrar un momento y decir:

Señor:
Yo creo que estás aquí presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.
Te adoro con todo mi corazón, como al único Dios verdadero.
Te amo sobre todas las cosas.
Te doy gracias por todos los beneficios que de Ti he recibido.
Te pido por todo por todas mis intenciones.
Te ruego que me ayudes en todo lo que necesite. Amén.

No has tardado ni un minuto.

Algunas veces, se hace la exposición del Santísimo Sacramento. Los fieles se arrodillan ante Él para adorar al Señor, darle gracias por su amor, y pedirle su ayuda. Al final de la exposición, se da la bendición con el Santísimo a los fieles: entonces, es el mismo Cristo quien les bendice y derrama sobre ellos sus gracias.

Jesús presente en la Eucaristía

Jesucristo está en todas las Hostias Consagradas, entero en cada una de ellas. Aunque sea muy pequeña. También un paisaje muy grande se puede encerrar en una fotografía muchísimo más pequeña. No es lo mismo; pero esta comparación puede ayudar a entenderlo.

La presencia de Cristo en la Eucaristía es inextensa, es decir, todo en cada parte. Por eso al partir la Sagrada Forma, Jesucristo no se divide, sino que queda entero en cada parte, por pequeña que sea. Lo mismo que cuando uno habla y le escuchan dos, aunque vengan otros dos a escuchar, también oyen toda la voz. La voz se divide en doble número de oídos, pero sin perder nada. Esta comparación, que es de San Agustín, puede ayudar a entenderlo.

Todo esto es un gran misterio, pero así lo hizo Jesucristo que, por ser Dios, lo puede todo. Lo mismo que, con su sola palabra hizo milagros así, con su sola palabra, convirtió el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre cuando dijo: «Esto es mi Cuerpo…, éste es el cáliz de mi Sangre…». En otra ocasión dijo: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida». Y los que oyeron estas palabras las entendieron en su auténtico sentido; por eso no pudieron contenerse y dijeron «dura es esta doctrina».

La Eucaristía, un misterio

Es cierto que nosotros no podemos comprender cómo se convierten el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo; pero tampoco comprendemos cómo es posible que la fruta, el pan, un huevo, un tomate o una patata se conviertan en nuestra carne y en nuestra sangre, y sin embargo esto ocurre todos los días en nosotros mismos. Claro que la transformación que sufren los alimentos en nuestro estómago es del orden natural, en cambio la transustanciación  del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo es de orden sobrenatural y misterioso.
Este misterio se llama Santísimo Sacramento del Altar y también, la Sagrada Eucaristía.

La presencia de Cristo en la Eucaristía está confirmada por varios milagros eucarísticos que, ante las dudas del sacerdote celebrante u otras circunstancias, las especies sacramentales se convirtieron en carne y sangre humana, como consta por los exámenes científicos realizados en los milagros de Lanciano, Casia y otros.

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