La fuente

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Si somos capaces de poner la fuente de nuestra alegría y de nuestra tristeza en Cristo podremos entender los caminos que pone en nuestra vida.

Hay que entender las bienaventuranzas para poder vivirlas, pues son benditos los que saben llorar con esperanza, porque ellos son los que encuentran un sentido a su dolor. Son ellos los que saben dar el paso de fe en medio de la incomprensión y logran entender que las lágrimas no tienen la última palabra.

Si la fuente de nuestra alegría está en diversiones y placeres que se prenden y apagan como un relámpago, no podremos encontrar satisfacción total y, aun cuando demostremos seguridad, en el fondo tendremos miedo por saber que esta risa, este consuelo, este gozo tendrá, tarde o temprano, un fin.

Es válido y necesario preguntarnos, ¿por qué somos felices?, ¿por qué reímos?, ¿por qué…? Respondiendo a esta pregunta lograremos examinarnos a fondo y darnos cuenta que no siempre vivimos con fe. Pero también nos ayudará a ver aquellos momentos que logramos responder con espíritu sobrenatural, en un acto de confianza, que pudimos haber puesto la fuente de nuestra alegría y gozo en donde nace la vida eterna, en Dios.

Frente al sufrimiento no comprendido se pone un «por qué» desesperado. Pero por detrás de cada suceso, por fe sabemos que hay un porqué… Es la respuesta que ofrece el creer en un Dios que prepara todo camino para aquellos que le aman.

Estas son las bienaventuranzas. No exigen gestos asombrosos, no son para superhombres, sino para quien vive las pruebas y las fatigas de cada día, para nosotros. Así son los santos: respiran como todos el aire contaminado del mal que existe en el mundo, pero en el camino no pierden nunca de vista el recorrido de Jesús, aquel indicado en las bienaventuranzas, que son como un mapa de la vida cristiana.
(Homilía de S.S. Francisco, 1º de noviembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy intentaré responder profundamente al porqué de mi felicidad, de mi alegría, de mi tristeza…

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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