La insistencia de Dios

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Creo que a todos, de alguna manera, nos gusta sentirnos queridos, amados…, que haya alguien que se interese, que se preocupe por nosotros…, en fin, nos gusta que nos tengan en cuenta.

No sé si llegamos a ser conscientes de que a pesar que parezca que no hay nadie que se tome un momento para pensar en nosotros -o incluso habiendo alguien que lo haga por lo menos una vez- siempre hay alguien que lo hace constantemente. El punto clave aquí es que ese alguien no es cualquier «alguien» sino que es el mismo Dios.

«Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa» -dice el Señor a su criado. El Señor nos revela esa parte de su corazón que busca, que quiere, que se emociona. Nos desvela su insistencia, la insistencia de alguien que quiere al amigo y que quiere estar a su lado. La insistencia de alguien que sabe que la fiesta sorpresa sólo tiene sentido si el amigo para quien fue preparada asiste a ella.

Es cuestión de que pongamos un poco más de atención en nuestros días, pues, esta invitación siempre está, siempre se renueva. Sin embargo, muchas veces por las mil y un actividades que se presentan no nos damos cuenta que es Dios mismo el que nos grita: «Venid, que ya está preparado». No nos damos cuenta que el banquete es para nosotros.

El hecho es que no entiende la gratuidad de la salvación, piensa que la salvación es el fruto del «yo pago y tú me salvas»: yo pago con esto, con esto y con esto. No, la salvación es gratuita. Si tú no entras en esta dinámica de la gratuidad, no entiendes nada. La salvación es un regalo de Dios al cual se responde con otro regalo, el regalo de mi corazón. Hay quien tiene otros intereses, cuando escuchan hablar de regalos: «Sí, es cierto, sí, pero se debe hacer regalos». E inmediatamente piensan: «He aquí, yo haré este regalo y él mañana y pasado mañana, en otra ocasión, me hará otro», siempre un intercambio. El Señor no pide nada a cambio: solo amor, fidelidad, como Él es amor y Él es fiel. La salvación no se compra, simplemente se entra en el banquete: «Bienaventurado quien coma en el reino de Dios». Y esta es la salvación.
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de noviembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Poner especial atención a los detalles de amor de Dios en este día y agradecerlos.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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