La semilla del Reino de Dios

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Un día colocaste una semilla muy pequeña en mí, Señor.

?Muchos sembradores han pasado por mi vida. Tantas semillas han caído en mi corazón. Algunas han crecido sin yo darme cuenta. Otras las he cultivado yo mismo. Otras más han sido otros quienes las han hecho crecer. A veces son semillas de virtud, semillas de ilusiones, semillas de miedos, de traumas, de deseos. Unas han dado árboles frondosos, otras espinas. Algunas han muerto ya, otras están naciendo. De entre todas las semillas, sin embargo, hay una especial. Es la mejor. Incluso si aún es pequeña. Se llama la semilla del Reino. De un Reino de amor. Del Reino de Cristo. Ella no es sólo deseo, no es sólo ilusión, no es sólo incertidumbre; es todo eso y mucho más. Es aquella que da vida. Es aquella que pide mucha agua, mucho esfuerzo, mucho espacio en el corazón… pues es la única que lo llenará plenamente. La semilla es verdadera. Existe en mí, Dios la ha colocado.

?Señor, ¿cómo la he cultivado?, ¿cómo te he dejado cultivarla? Una vez más renuevo mi confianza en ti y me entrego nuevamente a ti sabiendo que harás fructificar la semilla del Reino que has sembrado en mí.

«Somos pecadores, viene de ahí, pero tenemos un horizonte grande— [esta actitud] es precisamente el acto de fe en la potencia del Señor: el Señor puede, el Señor es capaz. Y nuestra pequeñez es la semilla, la pequeña semilla, que después germina, crece, el Señor la riega y sale adelante. Pero el sentido de pequeñez es precisamente el primer paso de confianza en la potencia de Dios. Id, seguid adelante por este camino».
?(Homilía de S.S. Francisco, 18 de febrero de 2017).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

?Hoy haré una revisión de mis actitudes ante la gracia de Dios para descubrir algún deseo en mi corazón que quizá no corresponde al Amor. Si descubro en mí algún deseo noble y bueno, ¿lo puedo llevar adelante y hacer crecer? Te pido la gracia, Señor, de poder mirar mi corazón con sinceridad y confianza.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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