Limosna ¿cuándo y cómo?

San Juan Pablo II aseguró que «la solidaridad no es un sentimiento superficial, es una determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos», una frase coherente y cierta pero ¿qué pasa cuando algunas personas se aprovechan de los solidarios?

Y es que por solidaridad, remordimiento o lastima muchos damos limosna a personas aparentemente necesitadas: indigentes, niños de la calle, ancianos que supuestamente de ellas viven, pero ¿no crees que lo mejor seria ayudarlos adecuadamente? El empresario Carlos Slim acertó con la idea de que «la única manera de salir de la pobreza, no es con caridad sino con empleo».

Si bien es cierto que no está en la mayoría dar empleos, si podemos ayudar empezando por distinguir cuándo sí y cuándo no dar limosna y de qué tipo. Según algunos sociológos dar limosna no está mal, lo malo es cuando esa caridad se convierte en un tipo de robo que bajo engaños optas por «apoyar» al necesitado y el dinero recaudado comúnmente tiende a utilizarse para la compra de drogas u otras sustancias adictivas, lo que además contribuye de alguna manera a financiar el crimen organizado.

En muchos países existen redes que operan con el gran negocio de la limosna, las cuales se aprovechan de las buenas intenciones de las personas quienes son presa fácil especialmente de los niños que se han convertido en su principal herramienta.

Por ello hay que saber dar limosna; en el libro «Para Salvarte», el padre Jorge Loring, autor de la obra y jesuita español señaló que quizás la limosna callejera se preste a abusos y engaños; aunque muchas veces se presentan necesidades reales que no deberíamos desoír.

A continuación, algunos puntos clave que el padre Loring recomienda:

Debe ser considerada con delicadeza la libertad y dignidad de la persona que recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intención con ningún interés de la propia utilidad o por el deseo de dominar.

– Que se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia; se quiten las causas de los males, no sólo los efectos; y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos».

Para que la limosna sea auténticamente cristiana, debe tener ciertas cualidades:

– En primer lugar debe ser justa, es decir, hecha de los bienes que uno tiene y de los que legítimamente puede disponer. Nunca tendrá valor la limosna hecha con bienes de otros, como suele a veces suceder.

– La limosna tiene que ser prudente, es decir, que se debe distribuir entre verdaderos necesitados, y se debe dar a aquellos pobres a los que realmente no les va a hacer más daño que bien.

– Tiene que ser pronta, es decir, se debe dar a tiempo, y no ‘vuelve mañana’.

Debe darse con alegría, porque Dios quiere al que da alegremente.

– La limosna debe ser secreta, no proclamada a los cuatro vientos, buscando la alabanza de los que la ven hacer.

– Debe ser desinteresada, es decir, al hacer la limosna no buscar satisfacción humana, sino solamente el cumplimiento del precepto del amor al prójimo.

– «Por eso, como última cualidad, aunque debe ser la fundamental, señalemos que la limosna debe hacerse por amor al prójimo, y no por otros motivos más o menos humanamente legítimos, pero cristianamente no correctos».

No dar limosna podrá aparentar ser una mala persona, sin embargo una caridad mal otorgada puede hacer un mal en lugar del bien buscado. Afortunadamente hay muchas maneras de colaborar, dar una moneda en la calle no cambiará las cosas, existen instituciones certificadas que garantizan donaciones efectivas, la Cruz Roja por nombrar alguna, se mantiene en gran parte de la caridad solidaria.

 

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