Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio de hoy podemos aprender que todo acto exterior que realizamos debe ser impulsado y movido por nuestro corazón. Un corazón que se encuentra unido a Dios, que escucha sus palabras y desea vivir sus mandamientos por amor. Si nuestro corazón no está unido a Él, si no es guiado y sostenido por Él, nuestras acciones serán realizadas por nuestro egoísmo.
El Señor nos hace ver que debe existir una unidad y coherencia en nuestra vida, entre nuestro interior y lo que hacemos exteriormente, entre lo que somos y como vivimos. Nuestras obras exteriores deben de ser reflejo de nuestro interior y Cristo mismo nos da ejemplo de ello. Al leer el Evangelio y contemplar la vida del Señor, podemos ver cómo su corazón estaba unido a su Padre, cómo estaba lleno de amor y cómo sus obras lo reflejaban. Al vivir en la unidad, recibimos el don de la libertad y de la paz, descubrimos nuestra verdadera identidad de ser hijos de Dios y experimentamos el gozo de vivir como sus hijos. Nuestro Señor fija su mirada en nuestro interior y en lo que somos para Él. Lo que a Él importa es nuestro corazón, el núcleo de nuestra vida, donde se encuentran todas nuestras convicciones y emociones, nuestros deseos y esperanzas, nuestros miedos e inquietudes. Sus palabras y acciones van dirigidas a transformar nuestro corazón, para que nuestras obras sean guiadas por amor, hacia la verdad y plenitud de nuestra vida, es decir, hacia la felicidad.
«El sello del bautismo no se pierde nunca. “Padre, pero si una persona se convierte en un bandido, de los más famosos, que mata a gente, que comete injusticias, ¿el sello no se borra?”. No. Para su propia vergüenza el hijo de Dios que es aquel hombre hace estas cosas, pero el sello no se borra. Y continúa siendo hijo de Dios, que va en contra de Dios, pero Dios nunca reniega de sus hijos. ¿Habéis entendido esto último? Dios nunca reniega de sus hijos. ¿Lo repetimos todos juntos? “Dios nunca reniega de sus hijos”».
(Audiencia de S.S. Francisco, 9 de mayo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar que mis obras sean realizadas por amor a Dios y a los demás.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.