Mantenerse fiel a su Palabra

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La palabra discípulo tiene una connotación bastante académica en el mundo de hoy. Es decir, al referirnos a una persona como discípulo, lo hacemos en relación a un alumno o aprendiz respecto a su maestro. Pero el «verdadero discípulo» al que se refiere el término bíblico tiene una connotación más profunda. No sólo significaba que era una relación alumno maestro sino alguien que se comprometía con un estilo de vida con una filosofía, con un líder religioso o político.

¿Qué quería decirnos Jesús con ello?

Que de la escucha atenta a la palabra de Dios no se puede permanecer indiferente. No se puede escuchar la palabra de Dios como un simple artículo o un buen libro. Es palabra viva, es palabra de Dios, que crea un vínculo tal en el alma que compromete nuestra existencia. No se puede permanecer indiferente. Cuando la vida se vive al ritmo de la Sagrada Escritura, se vive como un verdadero discípulo de Jesús, un discípulo que busca compartir el tesoro que ha encontrado, un discípulo que, en el centro de su vida, tiene a su líder, su rey su Señor.

Ayúdanos, Jesús, a dejarnos transformar por tu palabra. Madre Santísima, tú que fuiste la maestra del verdadero discipulado cristiano, enséñanos el camino para llegar al corazón de tu hijo Jesús.

«La Sagrada Escritura nos presenta la dinámica del corazón endurecido: cuanto más el corazón está inclinado al egoísmo y al mal, es más difícil cambiar. Dice Jesús: “Todo el que comete pecado es un esclavo”. Cuando el corazón se corrompe, son graves las consecuencias para la vida social, como lo recuerda el profeta Jeremías. Cito: “Tus ojos y tu corazón no están más que a tu granjería. Y a la sangre inocente para verterla. Y al atropello y al entuerto”. Tal condición no puede cambiar ni en virtud de teorías ni por efecto de reformas sociales o políticas. Sólo la obra del Espíritu Santo, si nosotros colaboramos, puede reformar nuestro corazón: Dios mismo, en efecto, aseguró su gracia eficaz a quien lo busca y a quien se convierte “de todo corazón”».
(Discurso de S.S. Francisco, 3 de marzo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

No se ama lo que no se conoce. Leeré y meditaré un momento algún Evangelio que me llame la atención, tratando de conocer más a Jesús y saber que me quiere decir a través de su Palabra.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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