Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Evangelio de hoy nos lanza una invitación, más aún, un reto: parecernos a Cristo. Él mismo lo dice, ¿con quién compararé esta generación de hombres? ¿A quién se parecen? La respuesta no es fácil, pues el Evangelio, Cristo y el ser católico es para valientes. Hagámonos la pregunta, ¿me parezco a Cristo? ¿O me parezco cada vez más al espíritu del mundo?

La posible respuesta es la relación de autenticidad que existe en mi vida entre quién soy y lo que hago, pues mi identidad de católico no se borra nunca; la puedo opacar y dejar de lado, pero siempre mi conciencia puede reclamarme: Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis.

Optar por Cristo, parecernos a Él no es fácil, pero sin duda nos hará ser felices, plenos, santos.

Esta es la ortodoxia de esta gente que cierra el corazón a las novedades de Dios, al Espíritu Santo. Esta gente no sabe discernir las señales de los tiempos. Quieren una Iglesia, querían eso, una sinagoga, una Iglesia cerrada rígida, no abierta a las novedades de Dios. El otro comportamiento, el de los discípulos, de los apóstoles, es un comportamiento de libertad, la libertad de los hijos de Dios. Tienen resistencias al inicio. Pero esto no solo es humano, es una garantía de que no se dejen engañar por cualquier cosa y después con la oración y el discernimiento encuentran el camino. Porque siempre habrá resistencias al Espíritu Santo, siempre, hasta el fin del mundo
(Homilía de S.S. Francisco, 24 de abril de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, para parecernos más a Cristo, imitemos una actitud o una reacción que Él mismo tendría con aquel que más nos cueste tratar en el día a día.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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