¿Por qué cambiamos de Evangelio?

Por: Mons. Salvador Martínez Ávila | Fuente: Siame.mx 

En este artículo comentaremos la importancia del capítulo sexto del evangelio de San Juan y reflexionaremos sobre varios signos que aparecen en el pasaje.

A partir del domingo XVII de Tiempo Ordinario (20 de julio de 2018) y durante todo el mes de agosto leeremos el capítulo sexto del evangelio de San Juan. Para quienes ponen atención debe haber surgido la pregunta de por qué no seguimos leyendo el evangelio de San Marcos que es el evangelio del ciclo B, y este año es ciclo B.

El evangelio se San Marcos es el más corto de todos, tiene solamente dieciséis capítulos, por este motivo aquí, a la mitad del tiempo ordinario, habiendo llegado en las narraciones del evangelio de San Marcos a la narración de la primera multiplicación de los panes (cfr. Mc 6,30-43), que emplearía un solo domingo, se nos lleva a todo el capítulo sexto de San Juan, que abarca cinco domingos y que narra precisamente la multiplicación de los panes, pero después se alarga con un discurso sobre la Eucaristía y una discusión final con los seguidores, muchos de los cuales abandonan a Jesús a partir de este momento.

Pues bien, dentro del Evangelio de San Juan el capítulo sexto corresponde a la Segunda Pascua dentro del ministerio del Señor. Según San Juan, el ministerio del Señor abarcó tres fiestas pascuales, como esta era una vez al año, podemos pensar que duró tres años. Por lo tanto, estamos en el inicio del segundo año de ministerio. Jesús ya había realizado muchos signos y mucha predicación en el entorno de Galilea y en particular en torno al Lago de Galilea. Para iniciar este pasaje, el evangelista habla que Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea, esto nos recuerda el paso al otro lado del mar en el Éxodo. Jesús es el nuevo Moisés a quien sigue el pueblo. Más allá del mar el pueblo necesita ser alimentado. La pregunta de Jesús a Felipe es capciosa: “¿Dónde conseguiremos…?” Por este motivo recibe una respuesta incorrecta: “ni doscientos denarios de pan alcanzarían para alimentar a todos estos…”. Es claro, la riqueza de este mundo nunca ha saciado al pueblo. La necesidad siempre nos rebasa.

Entonces viene la reacción correcta, al presentarle a Jesús lo poco que se tiene. “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces…” El autor de la comida es Dios providente, al poner los pocos recursos en las manos de Jesús resultará que serán suficientes y hasta sobrarán doce canastos. Jesús alimenta a los miembros del pueblo del Antiguo Testamento, el alimento alcanzará para otro pueblo, esto significan los doce canastos sobrantes, se trata de la comunidad cristiana.

Con todos estos signos, sin embargo, Jesús no logró que las personas comprendieran de lo que se trataba y por ello tuvo que retirarse a los montes ante el intento de nombrarlo rey por la fuerza. Esta incomprensión será el estrato de fondo que marcará las dos posturas a lo largo del discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, pues mientras las personas esperaban del Señor bienes materiales, Él solamente había querido darles una señal de que es el Pan de la Vida

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