Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día va de caída

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Aparentemente somos nosotros quienes buscamos estar con el Señor, somos nosotros quienes le pedimos que se quede junto a nosotros porque comienza el atardecer de nuestra vida. ¡Pero no!, en realidad es Él quien sale al encuentro, es Él quien se cruza en la rivera de nuestras vidas.

Con esta consciencia descubrimos que el Señor siempre está a la puerta y llama; pero el abrirle la puerta es una decisión que sólo nosotros podemos tomar. Él conoce las necesidades de nuestro corazón, Él sabe lo que realmente necesitamos y quiere llenar nuestras carencias de cariño y amor. Pero también es un caballero y respeta nuestra libertad. Dios pone siempre el noventa y nueve punto nueve por ciento en nuestras vidas pero espera que nosotros respondamos a ese uno por ciento.

No temas a Dios, no te avergüences frente a Él que te conoce mejor que tú mismo.

Ayúdame, Madre Santísima, a descubrir la felicidad plena que sólo se puede encontrar en Dios y en el cumplimiento de su voluntad, aunque aparentemente parezca algo doloroso.

«El amor de Dios no cesará nunca, ni en nuestra vida ni en la historia del mundo. Es un amor que permanece siempre joven, activo y dinámico, y que atrae hacia sí de un modo incomparable. Es un amor fiel que no traiciona, a pesar de nuestras contradicciones. Es un amor fecundo que genera y va más allá de nuestra pereza. En efecto, de este amor todos somos testigos. El amor de Dios nos sale al encuentro, como un río en crecida que nos arrolla pero sin aniquilarnos; más bien, es condición de vida: “Si no tengo amor, no soy nada”, dice san Pablo. Cuanto más nos dejamos involucrar por este amor, tanto más se regenera nuestra vida. Verdaderamente deberíamos decir con toda nuestra fuerza: soy amado, luego existo».
(Catequesis de S.S. Francisco, 3 de septiembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Estaré atento para escuchar cuando Jesús me hable y trataré de cumplir lo que me pida.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén

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