Por: Solange Paredes | Fuente: Catholic-link.com Perdóname, por favor… perdóname. Ese grito, o peor aún, ese susurro doloroso que se escapa del alma. Aquél que, ya no pudiendo ser contenido, se desliza de nuestros labios cuando ese microsegundo, en que nos damos cuenta del mal que hicimos, llega por fin a nosotros. El preciso instante…