¿Acaso soy yo,Señor?

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Es la pregunta que resuena en cada uno de nuestros corazones al escuchar este Evangelio. Y si no es así, es porque algo no está del todo bien. Es decir, ¿me siento tan seguro de mi amor a Dios que creo ilusoriamente que jamás podría traicionarlo? De hecho, afirmar esto es ya una traición; nuestra vida, tristemente, es un continuo traicionar el amor de Dios al poner otras cosas por delante de su amor.

Traicionamos al Señor por menos que treinta monedas de plata: un buen puesto de trabajo, una buena reputación,un amor desordenado o prohibido, un mejor automóvil, etc. Debemos tener esta conciencia de pobres y débiles pecadores necesitados de la gracia y amor de Dios, pero no con un sentido pesimista y negativo, sino como el niño consciente de su incapacidad para subir las escaleras, que le extiende los brazos a su amado padre para que le cargue y le suba.

Es esto lo que nos pide el Señor, Él conoce el barro del que estamos hechos. Si bien ama nuestro esfuerzo por alcanzar la santidad, ama aún más nuestra miseria cuando, confiando plenamente en Él, la abandonamos en el infinito mar de su Divina Misericordia.

Judas es una oveja descarriada, también nosotros debemos entender a las ovejas descarriadas. También nosotros tenemos alguna cosilla, pequeña o no tan pequeña, de la oveja descarriada. Debemos entender que no es un error lo que hizo la oveja descarriada: es una enfermedad, es una enfermedad que tenía en el corazón. Cuando fue al templo para realizar su doble vida, cuando dio el beso al Señor en el huerto, y después las monedas que recibió de los sacerdotes… No es un error. Lo hizo… estaba en la tiniebla. Tenía el corazón dividido, disociado. Por ello se puede decir que él es la imagen perfecta de la oveja descarriada. Jesús, el pastor, va a buscarlo: «haz lo que debes hacer, amigo», y lo besa. Pero Judas no entiende.
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de diciembre de 2016, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Trataré de contemplar una imagen del Sagrado Corazón recordando todas las gracias y bendiciones que ha derramado a lo largo de mi vida y pidiéndole perdón por las veces que he rechazado su amor.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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