Acompañar a Cristo

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuántos encuentros hemos tenido con un Cristo inesperado. Los apóstoles, después de la pasión, no le esperaban. San Pablo, cegado por sus intereses, tuvo un encuentro imprevisto. Ahora tenemos un encuentro con Cristo, pero ¿qué esperamos de él? Podemos estar en la misma posición de los apóstoles y de san Pablo: no saber lo que voy a recibir, no sabemos qué voy a escuchar, no saber, éste es el temor.

Vigilad y orad que el espíritu de Dios puede pedir y, tras esta petición, podemos entrar en gran confusión. Sepamos acoger la voluntad de Dios. Meditemos con tiempo, con recogimiento todo lo que nos diga Dios a ejemplo de Pablo de Tarso que, tras sentimientos de confusión, temor e incomprensión, se retiró al desierto donde pudo pensar, luego pudo meditar y al final pudo elegir la mejor parte: Servir a Dios.

Veamos que, tras un encuentro con Dios, en el día menos pensado, a la hora menos esperada, llega Dios y habla, grita y aturde. Lo que debemos hacer es claro: seguir escuchándole atentamente en el silencio, y después de entender cuál es su voluntad, dar un «sí» que defina el rumbo de nuestras vidas.

Éste es un ejercicio de todos los días y como ejercicio cuesta seguir respondiendo constantemente. No solo valdrá la pena, sino que, por experiencia de san Pablo, podemos decir que vale la vida. Veamos también a los apóstoles que al oír este «Id y predicar», meditaron este deseo y se atrevieron a dar un «sí» hasta la muerte.

Hagamos el intento: escuchemos, meditemos y respondamos.

Lo primero que pide Jesús es ir, no permanecer en Jerusalén: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación». Es una invitación a salir, ir. El Evangelio es proclamado siempre en camino: nunca sentados, siempre en camino, siempre. Salir, por tanto, parar ir donde Jesús no es conocido y donde Jesús es perseguido o donde Jesús es desfigurado, para proclamar el verdadero Evangelio.
(Homilía de S.S. Francisco, 25 de abril de 2017, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Escuchemos, meditemos y respondamos.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Related posts

*

Top