Conversión constante

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La predicación de Jonás en Nínive es como la predicación de Jesús en la tierra, tanto para los que escucharon personalmente a Jesús en su tiempo, como para ti y para mí.

¿Qué busca Jesús cuando la gente está «apiñada» alrededor de Él? Busca convertir el corazón duro, el corazón de piedra en un corazón de carne. El pecado hace de nuestro corazón uno de piedra. Que no deja entrar la gracia, que no deja entrar la empatía por los demás, que no deja entrar a Cristo mismo.

A veces pensamos que estamos convertidos y que no necesitamos más conversión, aunque, por ser seres humanos, dejamos que las máscaras, las mentiras, las etiquetas, nos aten las manos y la voluntad para obrar en Cristo. Hay que pedir al Señor la gracia de la conversión constante para seguir caminando en nuestro camino de santidad.

«La fuerza de la palabra de Dios llegó a su corazón. Y a pesar de que era una ciudad muy pecadora, sus habitantes cambiaron de vida, rezaron, hicieron ayuno. Dios vio sus obras, es decir, que se habían convertido de su conducta perversa y Dios se arrepintió del mal que había determinado hacerles y no lo hizo. Pero, entonces, ¿Dios cambió? En realidad, ellos cambiaron. De hecho, primero Dios no podía entrar en su vida porque estaba cerrada en los propios vicios, pecados; después ellos con la penitencia abrieron el corazón, abrieron la vida y el Señor pudo entrar».
(Homilía de S.S. Francisco, 10 de octubre de 2017, en santa Marta).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Siempre hay algo que iba a hace loopr por Cristo o por caridad con alguien más, pero hubo algo que ató mis manos. Como propósito haré esa cosa pequeña por amor a Cristo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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