Credo, Nuestra Profesión de Fe.

El Credo es una profesión, declaración o confesión de fe que es compartida por una comunidad religiosa, y en particular es una fórmula fija que se recita en la liturgia.

En la misa de rito romano, el Credo se recita a conclusión de la Liturgia de la Palabra, después de la homilía y antes de la Oración de los Fieles. «El Símbolo o profesión de fe tiende a que todo el pueblo congregado responda a la Palabra de Dios anunciada en las lecturas de la Sagrada Escritura y expuesta en la homilía, y a que, al proclamar la norma de su fe, con la fórmula aprobada para el uso litúrgico, recuerde y confiese los grandes misterios de la fe, antes de comenzar su celebración en la Eucaristía.

 

Su contenido dogmático es el siguiente:

  • Creo en Dios: «Nuestro Dios es el único Señor».
  • Padre Todopoderoso: «Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios».
  • Creador del cielo y de la tierra: «En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra».
  • Creo en Jesucristo: «Él es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es».
  • Su único Hijo: «Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo Único, para que todo aquel que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna».
  • Nuestro Señor: «Dios lo ha hecho Señor y Mesías».
  • Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios».
  • Nació de Santa María Virgen: «Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: ‘la virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel’, que significa «Dios con nosotros»».
  • Padeció bajo el poder de Poncio Pilato: «Pilato tomó entonces a Jesús y mandó azotarlo. Los soldados trenzaron una corona de espinas, la pusieron en la cabeza de Jesús, y lo vistieron con una capa de color rojo oscuro».
  • Fue crucificado: «Jesús salió llevando su cruz, para ir al llamado ‘lugar de la Calavera’, que en hebreo se llama Gólgota. Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado. Pilato mandó poner sobre la cruz un letrero, que decía: ‘Jesús de Nazaret, Rey de los judíos’».
  • Muerto y sepultado: «Jesús gritó con fuerza y dijo: -¡Padre en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, murió». «Después de bajarlo de la cruz, lo envolvieron en una sábana de lino y lo pusieron en un sepulcro abierto en una peña, donde todavía no habían sepultado a nadie».
  • Descendió a los infiernos: «Como hombre, murió; pero como ser espiritual que es, volvió a la vida. Y como ser espiritual, fue y predicó a los espíritus que estaban presos».
  • Al tercer día resucitó de entre los muertos: «Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras, que lo sepultaron y que resucitó al tercer día».
  • Subió a los cielos, está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso: «El Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios».
  • Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos: «El nos envió a anunciarle al pueblo que Dios lo ha puesto como juez de los vivos y de los muertos».
  • Creo en el Espíritu Santo: «Porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado».
  • La santa Iglesia católica: «La fe confiesa que la Iglesia […] no puede dejar de ser santa». «En efecto, Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama ‘el solo santo’, amó a su Iglesia como a su esposa». «Él se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo para gloria de Dios». La Iglesia es, pues, «el Pueblo santo de Dios», y sus miembros son llamados «santos». Por fe, el hombre es salvo al confesar que Jesús es su Señor y Salvador, sin importar el país de procedencia: «[…] Vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos».
  • El perdón de los pecados: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad».
  • La resurrección de la carne: «Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales».
  • Y la vida eterna: «Allí no habrá noche, y los que allí vivan no necesitarán luz de lámpara ni luz del sol, porque Dios el Señor les dará su luz, y ellos reinarán por todos los siglos».
  • Amén: «Así sea. ¡Ven, Señor Jesús!».

 

No se recita todos los días sino sólo en domingos y solemnidades, mas puede también decirse en peculiares celebraciones más solemnes. En ocasiones, se omite después de una renovación de promesas bautismales.

A la mención de la Encarnación de Jesucristo, debe hacerse una profunda reverencia. En la Navidad y el día de la Anunciación, todos se arrodillan en esta parte.

 

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