Dios: la única seguridad

Por: Cefid | Fuente: Catholic.net

Acto preparatorio: Señor, Tú eres el Príncipe de la Paz. Los ángeles cantaron sobre tu cuna: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Ayúdame a establecer la paz en mi propio corazón, en mi familia y en el lugar donde estudio o trabajo.

Objetivo: En esta meditación vamos a aprender cómo edificar bien nuestra vida sobre las columnas que nos indica Jesús. Las columnas de la paz se levantan dentro del corazón de cada hombre.

Petición: Jesús, Príncipe de la Paz, haz de mi un instrumento de tu paz. Ayúdame a vivir tu paz, paz que nadie nos podrá quitar porque no desaparece cuando vienen las tentaciones o los sufrimientos, paz que se comparte y se disfruta con los que nos rodean, paz que sólo Tú nos puedes dar.

Contempla el nacimiento de Jesús:

“Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sito en el alojamiento.

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor. El ángel les dijo: ‘No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre’. Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: ‘Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace”. (Lc 2,1-14)

1. Cristo vino a este mundo donde reinaba la “pax romana”.

El Evangelista hace referencia al emperador César Augusto. Éste había establecido la paz por todas partes. Era una paz muy especial, pues su fundamento no era el respeto a la vida ajena, sino el miedo a Roma. No era una paz profunda, sino artificial.

Hoy en día es impresionante ver que se hable tanto de paz; se crean organismos internacionales (especialmente la ONU) para asegurar la paz y se fundan ONG´s (Organizaciones No Gubernamentales) para promover la paz en el mundo. Sin embargo, la última mitad del siglo XX y el inicio de éste han sido marcados por la violencia en muchas partes del mundo. La peor violencia no es la que hacen los terroristas, sino la que hacen los que ejecutan el aborto directo (Según las estadísticas cada año en el mundo se practican 62 millones de abortos directos; ¡Es como si cada año mataran el equivalente a toda la nación italiana!).

Parece que la paz reina sólo en los labios de los hombres, pero no tanto en sus corazones. La verdadera paz en el cristiano es de orden interior, conocimiento de las propias miserias y las propias virtudes, respeto a los demás y confianza plena en el Señor. Esta paz una consecuencia de la humildad.

2. El mundo rechazó a Cristo, Príncipe de la Paz cuando vino a este mundo.

Dijo Fulton Sheen, obispo de Rochester en los Estados Unidos, que las palabras más tristes del Evangelio son éstas: “No hubo sitio para ellos en el mesón”. Era como un símbolo de lo que iba a ser la vida de Jesús: muchos lo iban a rechazar.

Tal vez alguien en Belén dijo a María y José que tenían una cueva libre en las inmediaciones de la aldea. De hecho era común entonces que las personas adaptaran alguna cueva como vivienda. Se les ofreció este “inmueble” con mucho gusto.

Impresiona este tipo de acto de caridad. Nos hace pensar en otros personajes del tiempo de Jesús que tuvieron la oportunidad de hacer algo grande por Él.

Pensemos en Pilato que tuvo la oportunidad de salvar a Jesús, pero se lavó las manos; en Verónica que aprovechó la ocasión para ofrecer a Jesús un paño para secar su rostro sangriento y sudoroso; en Simón de Cirene que pudo ayudarle a llevar la cruz, aunque lo hizo a regañadientes. Podríamos ser atrevidos y afirmar que Dios creó a estas personas para hacer algo grande en su vida. Unas aprovecharon la oportunidad y otras no.

Y usted, ¿cuántas oportunidades ha tenido de hacer algo grande por Cristo? ¿Las ha dejado pasar? ¿Las ha aprovechado? Hay muchas maneras de rechazar a Jesús y una es desaprovechar estas ocasiones que Él nos brinda para mostrarle nuestro amor.

3. Los ángeles cantaron gloria a Dios en el Cielo y paz a los hombres en la tierra.

Los ángeles cantaron así: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. En este cántico hay una especie de inciso, como los que se ponen en los contratos legales, y es muy importante. La paz se ofrece, no a todos los hombres, sino sólo a “los de buena voluntad”. Esta aclaración tiene una importancia colosal para poder establecer la paz en el mundo. No se puede tener una verdadera paz si los hombres no tienen buena voluntad.

Dijo Tomás de Kempis, en su libro “La Imitación de Cristo”: “Si quieres establecer la paz en el mundo, comienza por establecerla dentro de ti primero”. Hay muchos que quieren arreglar el mundo, pero no quieren arreglar SU mundo.

Conclusión: La paz que ofrece Cristo no es un equilibrio de fuerzas; no es el silencio de la tumba, no es una convivencia pacífica al modo de la “pax romana”. Es una realidad interior en el hombre. Si quiere establecer la paz en el mundo, comience por establecerla dentro de sí mismo.

“La verdadera. La única paz de las almas en este mundo consiste en estar llenos del amor de Dios y animados de la esperanza del cielo, hasta el punto de considerar poca cosa los éxitos o reveses de este mundo… Se equivoca quien se figura que podrá encontrar paz en el disfrute de los bienes de este mundo y en las riquezas” (San Beda, Antología de textos, Ed. Palabra, España, p. 1087).

La paz es madre del amor… Cristo, es quien nos manda conservar esta paz, ya que Él ha dicho “La paz os dejo, mi paz os doy” (Jn 14, 27). Como seres finitos debemos estar convencidos que la paz de Cristo la conquistaremos por medio de una fe pura y sencilla, sin mezcla de amor propio, por tanto libre y sin temor.

Unas sugerencias:
· Cada noche haga un breve examen de conciencia antes de ir a dormir. Pregúntese cuánto odio, envidia, resentimiento, etc. hay en su corazón.
· Confiésese. Así la paz de Cristo no será una idea vaga o un sentimiento pasajero, sino una realidad palpitante en su corazón.
· Haga la paz con alguna persona. Por lo menos, haga el esfuerzo por hacerlo.

Oración: María, tú fuiste el testigo más privilegiado del nacimiento de tu Hijo. Escuchaste el cántico de los ángeles en el cielo sobre Belén. Mira a este mundo que jadea entre la guerra y la violencia. A través de tu intercesión maternal, alcánzanos la gracia de ser hombres de paz. María, Reina de la Paz, ayúdanos a establecerla dentro de nuestros corazones y dentro de nuestras familias.

Cuestionario:
1. ¿Tengo la pretensión de querer establecer la paz en EL mundo, pero sin establecerla dentro de MI mundo?
2. ¿Tengo un programa de vida donde me proponga medios concretos para alcanzar mi paz interior?
3. ¿Aprecio el sacramento de la reconciliación como el instrumento más valioso para establecer la paz dentro de mi corazón? ¿Uso este medio valiosísimo que Dios me da? ¿Soy una de esas personas que, con mentalidad protestante, “me confieso directamente con Dios”?
4. ¿Cómo puedo ser un hombre de paz en mi propio ambiente?

Top