Entre mi felicidad y mi voluntad

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La voluntad de Dios muchas veces se ve como un misterio que supera nuestro entendimiento. Ante nuestra incomprensión, surge el deseo de ignorar o modificar lo que se nos pide y corremos el riesgo de tomar una actitud equivocada.

El egoísmo puede guiar nuestros deseos para encontrar la felicidad con facilidad y sin sacrificios. Aunque parece ser auténtica esta felicidad, no tiene los fundamentos correctos. En la construcción de esta casa se ponen los cimientos en la arena al buscar la propia felicidad, los propios intereses, los deseos pasajeros de nuestra voluntad.

Quien busca hacer la voluntad de Dios es semejante al hombre que funda su casa sobre la roca. Esto es un trabajo difícil, pero es sorprendente cuando llega el momento en que es tanto el amor que se tiene a la persona por la cual se ha entregado todo, que sólo importa el agradarle. No importará lo que se pide, ni cuál sea su voluntad porque lo importante es que le entreguemos todo con la medida del amor: «amar sin medidas».

Lo importante es mantener una actitud desprendida de todas nuestras aspiraciones. Dios nos sorprende al demostrar que su único deseo es nuestra propia felicidad. Por esto, al final, el fruto de todo nuestro trabajo y nuestra entrega es la felicidad sincera, porque la voluntad de Dios es nuestra propia felicidad.

«“Muchos me dirán ese día: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y echado demonios en tu nombre? Entonces yo les declararé: Nunca os he conocido”. Es una palabra fuerte, no cabe duda, que tiene la finalidad de sacudirnos y llamarnos a la conversión. Os aseguro, queridas familias, que si seréis capaces de caminar cada vez más decididamente por la senda de las Bienaventuranzas, aprendiendo y enseñando a perdonaros mutuamente, en toda la gran familia de la Iglesia crecerá la capacidad de dar testimonio de la fuerza renovadora del perdón de Dios. De otro modo, haremos predicaciones incluso muy bellas, y tal vez también expulsaremos algún demonio, pero al final el Señor no nos reconocerá como sus discípulos, porque no hemos tenido la capacidad de perdonar y de dejarnos perdonar por los demás».
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de noviembre de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Examinare con atención cuáles son los fundamentos de mi felicidad.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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