Hoy es fiesta de San José Cafasso, patrono de las cárceles y modelo de confesor

“No será muerte sino un dulce sueño para ti, alma mía, si al morir te asiste Jesús, y te recibe la Virgen María”, escribió San José Cafasso haciendo referencia a sí mismo, poco tiempo antes de morir. San Jose Cafasso es el patrono de las cárceles italianas y modelo de los sacerdotes comprometidos con la confesión y la dirección espiritual. El mismísimo San Juan Bosco lo tuvo como formador y confesor.

San José Cafasso nació en Italia en 1811. Desde pequeño su familia y la gente del pueblo lo llamaban “el santito” por su espíritu piadoso y su amabilidad. Estudió en el seminario y en la universidad de Turín. Posteriormente, continuó sus estudios en el Instituto San Francisco, donde llegaría a ser profesor de Teología Moral. Fue ordenado sacerdote con solo 21 años, en 1833, y solo unos meses después se inscribió en el “Convictorio Eclesiástico”, entidad dedicada al perfeccionamiento de los estudios teológicos. A pesar de una deformidad en la columna, que le acarreó siempre molestias, José se desempeñó como un excelente maestro y sacerdote. A la muerte del Rector del Convictorio, fue nombrado en su reemplazo, desempeñándose como autoridad máxima del recinto por 12 años.

San José Cafasso ejerció un servicio pastoral muy especial y duro a la vez. Fue capellán de la cárcel de Turín. Fueron años en los que tocó con la misericordia de Dios los corazones de muchos hombres que habían hecho cosas terribles en sus vidas, así como de otros que eran inocentes pero que también cargaron con el repudio y el rechazo de una sociedad que no los quería.

El Padre José acompañó a muchísimos condenados a morir en la horca -unos 68 en total- a lo largo de sus años como capellán. En esos momentos terribles para cualquier ser humano, camino al patíbulo, San José se propuso hacer presente a Cristo. De esa manera, la misericordia de Dios alcanzó a muchos reos que se convirtieron gracias a que él los confesó y los bendijo. Muchos transformaron completamente sus vidas en prisión y todos murieron confesados, arrepentidos y asistidos por su paternal presencia. El P. Cafasso se hizo “prisionero”, como Cristo, por amor a los pecadores, prisionero de los prisioneros.

Otra nota muy especial de la vida de San José Cafasso fue su relación con San Juan Bosco, a quien conoció cuando era un niño. El Padre José lo ayudó para que pueda solventar los gastos de estudio en el seminario y en el Convictorio. Siendo Don Bosco aún seminarista, el P. Cafasso lo llevó de visita a la cárcel. Allí Don Bosco tuvo la oportunidad de presenciar los horrores que sufren quienes vivieron abandonados o fueron presas del mal, en especial, jóvenes que hicieron mucho daño y que echaron a perder su juventud, por no tener ni orientación ni educación. Aquella experiencia marcó la vida del joven Don Bosco, que desde entonces quedó con la inquietud por hacer algo que contribuya a prevenir que los jóvenes se pierdan.

Cuando a Don Bosco se le criticó una vez que echó a andar el servicio juvenil que se había propuesto, San José Cafasso fue su gran defensor y se volvió uno de los principales bienhechores de la naciente comunidad salesiana. A él acudían toda clase de personas necesitadas, a las que recibió siempre con amabilidad y una alegría contagiosa. Solía inculcar en sus alumnos y discípulos una gran devoción al Santísimo Sacramento y la Virgen María.

“Toda la santidad, la perfección y el provecho de una persona está en hacer perfectamente la voluntad de Dios… querer lo que Dios quiere, quererlo en el modo, en el tiempo y en las circunstancias que Él quiere, y querer todo eso únicamente porque Dios así lo quiere”, solía decir el P. Cafasso. Célebres también son estas hermosas palabras que pronunció en uno de sus últimos sermones: “Qué bello morir un día sábado, día de la Virgen, para ser llevados por Ella al cielo”. Y así sucedió con él. El sábado 23 de junio de 1860 el P. Cafasso fue convocado por Dios a su presencia. San Juan Bosco, que presidió los ritos funerarios, recordó a su director espiritual y confesor como “maestro del clero, un seguro consejero, consuelo de los moribundos y gran amigo”.

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