Invitados a la gran fiesta

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

A todos nos gusta que nos inviten a una boda o a una fiesta. Siempre es agradable que haya un buen anfitrión que nos abra las puertas de su casa y de su corazón para compartir una gran alegría con nosotros. Jesús, en el Evangelio de hoy, nos enseña que el cielo es como un gran banquete de bodas. Él nos invita. Quiere que celebremos en el cielo con Él. Sí… Cristo nos invita a ti y a mí. Nos invita a una gran fiesta en donde Él es el que pone su casa. De hecho, Él también nos invita a celebrar ya desde ahora esa gran boda. ¿En serio? ¿Cómo? ¿Cuándo? Esta gran fiesta de la que hablo es la Celebración Eucarística. Sí, la Misa es una celebración en donde nos alegramos porque Dios mismo se hace presente entre nosotros, en donde damos gracias a Dios por su misericordia y su fidelidad.

Sin embargo, hay unos pequeños detalles que no debemos olvidar: ¿Aceptamos la invitación? ¿Tenemos el traje puesto?

Somos libres y podemos decidir si aceptamos la invitación que Jesús nos ha hecho para celebrar con Él en el cielo a partir de nuestra muerte. La clave para aceptar la invitación es ir tejiendo el traje que nos vamos a poner. ¿Y cómo podemos ir tejiendo el traje? La Madre Teresa de Calcuta nos ha dado un gran ejemplo de esto cuando decía: «No importa cuánto se hace, sino cuánto amor se pone en ello.» El secreto para tener listo el traje son los pequeños detalles de amor que ponemos en todo lo que hacemos, porque todo lo demás se desvanece como el humo, pero el Amor permanece como un árbol que da fruto.

Y tú, ¿ya estás tejiendo tu traje?

«Con la Eucaristía el Señor también sana nuestra memoria negativa, esa negatividad que aparece muchas veces en nuestro corazón. El Señor sana esta memoria negativa. que siempre hace aflorar las cosas que están mal y nos deja con la triste idea de que no servimos para nada, que sólo cometemos errores, que estamos “equivocados”. Jesús viene a decirnos que no es así. Él está feliz de tener intimidad con nosotros y cada vez que lo recibimos nos recuerda que somos valiosos: somos los invitados que Él espera a su banquete, los comensales que ansía. Y no sólo porque es generoso, sino porque está realmente enamorado de nosotros: ve y ama lo hermoso y lo bueno que somos. El Señor sabe que el mal y los pecados no son nuestra identidad; son enfermedades, infecciones. Y viene a curarlas con la Eucaristía, que contiene los anticuerpos para nuestra memoria enferma de negatividad».
(Homilía de S.S. Francisco, 14 de junio de 2020).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Vivir la Santa Misa con gran alegría, consciente de que es una celebración a la que Jesús me invita.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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