IV Domingo de Cuaresma

11 de marzo de 2018

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Color: Rosado

Santos:

  • San Sofronio
  • Santos Trofimo y Talo, Mártires

Lecturas del día:

  • Primera lectura

    II Crónicas 36:14-17, 19-23
    14 Del mismo modo, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según todas las costumbres abominables de las gentes, y mancharon la Casa de Yahveh, que él se había consagrado en Jerusalén.
    15 Yahveh, el Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada.
    16 Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira de Yahveh contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio.
    17 Entonces hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a los mejores en la Casa de su santuario, sin perdonar a joven ni a doncella, a viejo ni a canoso; a todos los entregó Dios en su mano.
    19 Incendiaron la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén: pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos.
    20 Y a los que escaparon de la espada los llevó cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos de él y de sus hijos hasta el advenimiento del reino de los persas;
    21 para que se cumpliese la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.»
    22 En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino:
    23 «Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!»

  • Salmo responsorial

    Salmo 137:1-6
    1 A orillas de los ríos de Babilonia estábamos sentados y llorábamos, acordándonos de Sión;
    2 en los álamos de la orilla teníamos colgadas nuestras cítaras.
    3 Allí nos pidieron nuestros deportadores cánticos, nuestros raptores alegría: «¡Cantad para nosotros un cantar de Sión!»
    4 ¿Cómo podríamos cantar un canto de Yahveh en una tierra extraña?
    5 ¡Jerusalén, si yo de ti me olvido, que se seque mi diestra!
    6 ¡Mi lengua se me pegue al paladar si de ti no me acuerdo, si no alzo a Jerusalén al colmo de mi gozo!

  • Segunda lectura

    Efesios 2:4-10
    4 Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amo,
    5 estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo – por gracia habéis sido salvados –
    6 y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús,
    7 a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
    8 Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios;
    9 tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe.
    10 En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos.

  • Evangelio

    Juan 3:14-21
    14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre,
    15 para que todo el que crea tenga por él vida eterna.
    16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
    17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
    18 El que creee en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.
    19 Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
    20 Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras.
    21 Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.»

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