La Biblia , sus lenguas, su división, sus libros.

Por: Antonio Gracia | Fuente: Catholic.net

¿Todo lo escrito acerca de Dios, ha sido escrito por Dios?

Existen miles de libros que los hombres han escrito acerca de Dios a lo largo de la historia. De éstos, algunos son famosos como el Popol-Vuh de los mayas o el Ramayana y el Mahabaratha de los brahamanes. Cuando murió Jesucristo, sus seguidores escribieron cientos de libros acerca de su vida. Algunos eran fidedignos y otros inventaban cosas sólo para ganar adeptos. Estos últimos le atribuían a Jesús niño actos extraordinarios como dar vida a sus juguetes de madera, hablar con los animales y otro hechos similares. Estos libros los conocemos como los evangelios apócrifos.

La Iglesia, con el poder que ha recibido por la Tradición apostólica, recopiló todos estos libros, los analizó y, con la luz del Espíritu Santo, seleccionó y aprobó solamente 73 de ellos como la misma Palabra de Dios. Estos 73 libros se reunieron posteriormente en uno solo, llamado Biblia o Canon de las Escrituras.

La Biblia es la Palabra de Dios, escrita por el mismo Dios a través de la pluma de los hagiógrafos.

Por ser el Espíritu Santo el que iluminó a la Iglesia al hacer la selección, podemos estar seguros de que en este conjunto de libros está escrita la Verdad de manera fiel y sin error.

1. Hay muchas Biblias distintas. ¿Cuál es la buena?

Encontramos en las librerías decenas de títulos distintos: La Biblia de los mormones, La Biblia del pueblo, La Biblia de los gedeones, La Biblia latinoamericana, La Biblia de los Testigos de Jehová, La Biblia de Jerusalén y muchas más.

Esto se debe a dos motivos:

 

 

 

 

  • Personas de buena voluntad, que acordes con lo dictado por la Iglesia, han hecho traducciones y adaptaciones a los diferentes lenguajes, para hacer más accesible la Palabra de Dios a todos los hombres.
  • Sectas y religiones que han suprimido o retocado lo que no les gustaba, o que han adulterado el mensaje de Dios, al modificar las palabras originalmente escritas por los hagiógrafos.

    Para sabe si una Biblia es la original

    Por todo lo anterior, al comprar una Biblia, es importante revisar que sea la original. ¿Cómo?

    1. Verificando quen incluya los 73 libros que aparecen en la siguiente tabla: 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento.

    2. Verificando en la contraportada que la Biblia esté aprobada por alguna autoridad de la Iglesia Católica. Esta aprobación aparece con las palabras en latín ‘imprimatur” y “nihil obstat”, que significan: “se puede imprimir” y “nada obstaculiza su impresión”.

    3. Asesorándote con algún sacerdote de confianza.

    2. División general

    La Biblia se divide, ante todo, en dos grandes partes:

  • Antiguo Testamento
  • Nuevo Testamento, ambos relacionados entre sí.

    La palabra latina testamentum -de donde viene la palabra española testamento- fue empleada al principio de la era cristiana, para traducir la voz griega: diatheké, que literalmente significaba disposición, contrato.

    A su vez, los traductores griegos, llamados los Setenta, la usaron para traducir la expresión hebrea berit = pacto de soberanía, por medio de la cual designaban los hebreos la Alianza del Sinaí. Lo importante es que el término Testamento ha quedado para designar, hasta nuestros días, la división de las Escrituras.

    3. División numérica de la Biblia

    Dos grandes religiones se rigen por las enseñanzas de la Biblia: la judía y la cristiana, la cual está integrada por católicos, ortodoxos y diferentes denominaciones.

    Los judíos sólo aceptan, como es claro, lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento y lo dividen en tres grandes partes: «La Ley, los Profetas y otros escritos sagrados». Está compuesta por 39 libros.

    Para los católicos, la Biblia –Antiguo y Nuevo Testamento– está formada por 73 libros: 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Los protestantes de las principales denominaciones, sólo aceptan una lista bíblica de 66 libros: 39 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo.

    Como se ve, la diferencia entre católicos y protestantes se encuentra, no en el canon o lista de los libros del Nuevo Testamento, sino del Antiguo.

    Antes se manejaba la hipótesis de que en el judaísmo había dos cánones, el largo (o alejandrino) y el corto (o palestinense). De acuerdo a esto, la Iglesia había seguido el canon largo o alejandrino, mientras que los judíos a partir del siglo I ó II después de Cristo, se habrían quedado con el canon corto o palestinense.

    Hoy en día esta hipótesis es rechazada por las siguientes razones:

    a) Por un lado, la traducción de la Biblia hebrea al griego no fue una obra unitaria en su finalidad o proyecto, ni fue traducida simultáneamente.

    b) Por otro lado, conocemos la mayor parte de la Biblia de los Setenta a través de códices cristianos del siglo IV y V después de Cristo. Por lo tanto, ellos reflejarían, en todo caso, el uso cristiano de este tiempo. Y aún allí mismo, podemos comprobar la variabilidad que existía en algunos puntos.

    c)Además, entre los judíos de Palestina no había una uniformidad en lo que respecta al canon; por esto, tampoco podremos hablar de un canon palestinense.

    Por todos estos motivos, no podemos conocer las fronteras exactas de los libros reconocidos por los judíos de Alejandría.

    Seguramente, además de los libros que habían surgido en Palestina, tenían libros propios compuestos en Alejandría, en lengua griega, como por ejemplo el de la Sabiduría.

    La Iglesia católica, lo mismo que la ortodoxa, a partir del Concilio de Hipona en el año 383 después de Cristo, admitió como inspirados no sólo los protocanónicos (o aceptados primero, por eso se llaman de la primera ley) sino los deuterocanónicos (o de la segunda ley), lista que fue confirmada solemnemente por el Concilio de Trento, en 1546.

    Hemos de mencionar, como argumento irrefutable para afirmar que la Biblia consta de 73 libros y no de 66, lo siguiente:

  • La primera comunidad cristiana (Comunidad de los Apóstoles y discípulos del Señor) usó esta traducción de la Biblia griega de los Setenta, es decir el Antiguo Testamento con 46 libros.
  • Jesucristo, al señalarle a san Pedro: «Te daré las llaves del Reino de Dios; así, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo» (Mt 16, 19), nos obliga a hacer y a aceptar lo que los primeros cristianos creían, hacían o usaban (sea de palabra o de viva voz).
  • Los argumentos que los judíos usaron para no aceptar los libros deuterocanónicos como parte del canon del Antiguo Testamento aceptado por ellos, no gozan de la autoridad divina, en virtud, de que en ese momento (año 100 después de Cristo), la Comunidad cristiana ya existía y gozaba de plena autoridad en la materia.

    Como vemos, la Iglesia tiene la razón al afirmar que la Biblia consta de 73 libros y no de 66 como dicen las sectas.

    No hay que olvidar que la Biblia es la Palabra de Dios puesta por escrito en un momento privilegiado de la Tradición, por lo tanto nada puede añadirse, ni nada puede quitarse «La economía cristiana, por ser la alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor» (La Divina Revelación, # 4).

    Por otro lado, siendo sinceros y honestos descubriremos que: la única institución, la única Iglesia que transmitió por más de 1500 años la Palabra de Dios al mundo entero, es la Iglesia Católica: en sus monasterios, los monjes copiaban fielmente a mano el texto sagrado, la Iglesia en su Liturgia, en sus celebraciones la veneraba de manera especialísima, la vida de la Iglesia gira en torno a Cristo y éste contenido en la Biblia.

    ¿Cómo aceptar la Biblia y no aceptar a la Iglesia que ha sido fiel custodio y madre para que nada de lo que hay en ella se pierda?

    ¿Con qué autoridad puede alguien quitar o añadir algo a la Palabra de Dios, si la Iglesia Católica fundada por Jesucristo, haciendo uso de su autoridad divina ha declarado que nada puede añadirse ni nada puede quitarse:

    «Ante todo, tened presente que ninguna predicción de la Escritura está a merced de interpretaciones personales; Porque ninguna predicción antigua aconteció por designio humano; hombres como eran, hablaron de parte de Dios movidos por el Espíritu Santo» (2 P 1, 20-21)?.

    Los libros que no aceptan las sectas y los Nuevos Movimientos pseudo-religiosos son los siguientes: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc y 1 – 2 de Macabeos.

    Usando una fórmula fácil de aprender, podemos citar estos libros de la siguiente manera: «ToJuSaEBa Mabis».

    4. División temática

    Teniendo en cuenta los distintos temas que nos ofrece la Biblia, podemos dividirlos en varios grupos:

    Antiguo Testamento

    En tiempo de Cristo –y aún ahora-, los judíos clasificaban las Escrituras en tres partes:

  • la Ley,
  • los Profetas
  • otros Escritos.

    La Ley y los Profetas eran los más importantes. El mismo Cristo los cita, por ejemplo, en Mt 7, 12. Los escritos se empleaban en las asambleas. El Eclesiástico los cita en el prefacio de su libro.

    Hoy dividimos las Escrituras, así:

    Los libros que componen la Biblia

    Antiguo Testamento

    El Antiguo Testamento comienza con un conjunto de cinco libros, a los cuales los traductores griegos dieron el nombre de Pentateuco (penta = cinco; teuco = instrumentos, de donde provino luego la expresión «estuches» para los rollos de papiro y finalmente «libros»). Los judíos llaman a estos cinco libros la Torah o la Ley y los cinco libros eran cada uno un «quinto» de la Ley.

    Estos cinco libros son :

    Pentateuco

  • Éxodo
  • Génesis
  • Levítico
  • Números
  • Deuteronomio

    Libros sapienciales

  • Salmos
  • Job
  • Proverbios
  • Eclesiastés
  • Cantar de los Cantares
  • Sabiduría
  • Sirácide (Eclesiástico)

    Libros históricos

  • Josué
  • Rut
  • I Samuel
  • II Samuel
  • I Reyes
  • II Reyes
  • I Crónicas
  • II Crónicas
  • Esdras
  • Nehemías
  • Tobías
  • Judit
  • Ester
  • I Macabeos
  • II Macabeos

    Los judíos llaman «profetas anteriores» a Josué, Jueces, Samuel y Reyes ya que en ellos se encuentra la historia de los grandes profetas: Elías, Eliseo y aún Samuel.

    A los que nosotros llamamos profetas, los judíos los llaman profetas posteriores.

    Digamos también que para la Biblia griega, los libros de Samuel y Reyes formaban una sola unidad y los llamaban libros de los Reyes. Del mismo modo, los libros I y II de Crónicas, formaban uno solo con Esdras y Nehemías, por considerarse como obra del mismo autor.

    La Biblia griega y la Vulgata de san Jerónimo llaman a Crónicas con el nombre de Paralipómenos.

    Libros proféticos

  • Isaías
  • Jeremías*
  • Lamentaciones
  • Baruc
  • Ezequiel
  • Daniel
  • Oseas
  • Joel
  • Amós
  • Abdías
  • Jonás
  • Miqueas
  • Nahum
  • Habacuc
  • Sofonías
  • Ageo
  • Sofonías
  • Zacarías
  • Malaquías

    En algunas ediciones de la Biblia, los libros de Jeremías y Lamentaciones vienen unidos como un solo libro.

    Nuevo Testamento

    Evangelios

  • Mateo
  • Marcos
  • Lucas
  • Juan

    Hechos de los apóstoles

    Pertenecen a este grupo 21 Epístolas o Cartas:

    Cartas del Nuevo Testamento

  • Romanos
  • I Corintios
  • II Corintios
  • Gálatas
  • Efesios
  • Filipenses
  • Colosenses
  • I Tesalonicenses
  • II Tesalonicenses
  • I Timoteo
  • II Timoteo
  • Tito
  • Filemón
  • Hebreos

    Cartas Católicas

  • Santiago
  • I Pedro
  • II Pedro
  • I Juan
  • II Juan
  • III Juan
  • Judas
  • Apocalipsis

    5. Unidad de ambos Testamentos

    El Antiguo y Nuevo Testamento se complementan mutuamente. Su interrelación es tan completa, que el primero explica el segundo y viceversa.

    Sólo a la luz del Antiguo Testamento se alcanza a comprender el primero; y sólo a la luz del Nuevo Testamento, nos damos cuenta de lo que el Antiguo quiso decir.

    Con razón, Cristo les decía a sus oyentes: «Investigad las Escrituras y así comprobarán que Moisés habla de mí» (Jn 5, 39-45). Y san Lucas, relatando el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús, dice que Jesús «empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó todo lo que había sobre Él en las Escrituras» (Lc 24, 25-27). De igual manera, san Mateo en sus tres primeros capítulos.

    El Antiguo Testamento… ¿pasado de moda?

    No necesariamente lo viejo se convierte en inservible. Hay cosas como las monedas, los muebles finos o los sellos de correo, que aumentan de valor conforme pasa el tiempo.
    El Antiguo Testamento tuvo como fin preparar la venida de Cristo, pero no pasó de moda con su llegada. Jesús no vino a abolir lo que estaba escrito, sino a perfeccionarlo.

    Por tanto, no podemos prescindir de los libros del Antiguo Testamento. Todos son libros revelados por Dios y en ellos, aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros, encontramos el testimonio de la pedagogía divina, enseñanzas maravillosas acerca de Dios, sabiduría acerca del hombre, tesoros de oración. En ellos está escondido el misterio de nuestra salvación.

    En el Nuevo Testamento está plasmada la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su resurrección.

    También nos narra los comienzos de la Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo.
    Para entender plenamente el mensaje que Dios nos da en el Nuevo Testamento, es indispensable leerlo en relación con el Antiguo.

    Toda la Sagrada Escritura es una sola Revelación, un solo mensaje divino que Dios quiere comunicar al hombre, y no la podremos entender si la escuchamos en forma fragmentada.

    Podríamos comparar la Biblia con una cinta magnetofónica grabada en estéreo: Para escucharla, usaremos un aparato con dos bocinas: una es el Antiguo Testamento y la otra es el Nuevo Testamento. Puedes escuchar la cinta con una sola bocina, pero no oirás la música completa, sino sólo los sonidos graves o sólo los agudos; sólo los instrumentos o sólo las voces. Para escuchar la música tal como la compuso el autor, deberás conectar las dos bocinas y entonces disfrutarás del sonido integral de la composición.

    Para entender en toda su integridad el mensaje de Dios en las Sagradas Escrituras, es necesario leer el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo y leer el Nuevo Testamento a la luz del Antiguo.
    La Iglesia ha descubierto una tipología que reconoce en las obras de Dios en la Antigua Alianza, prefiguraciones de lo que haría Cristo en la Nueva.

    En el Antiguo Testamento está escondido el Nuevo Testamento y el Antiguo Testamento se hace manifiesto en el Nuevo. Ambos se esclarecen mutuamente y, por tanto, son inseparables.

    6. Textos originales y copias

    No existen los textos bíblicos autógrafos, escritos por la propia mano del autor del libro de los Jueces, o de la Sabiduría, o de Marcos, o de Filemón, etc. Esto no debe asustarnos, ya que tampoco se conservan los originales de las grandes obras literarias y filosóficas de la antigüedad (éstas últimas obras tienen pocos testimonios textuales, y a veces con diferencias de unos diez siglos o más entre el original y las primeras copias).

    Cuando en ocasiones se habla de «originales», se refiere a las lenguas en que originalmente fueron escritos. Por ejemplo, se dice: la traducción de esta Biblia se hizo de los originales, es decir, de las lenguas originales, hebreo, arameo y griego, según el caso.

    7. Copias manuscritas

    Material

    En la antigüedad, para escribir algunas cosas se usaban las tablillas de arcilla, las ostraka o pedazos de cerámica rota, las piedras, los cilindros y las estelas.

    Para copiar un libro de la Biblia o toda ella, este material no se utilizaba, pues sólo podía aprovecharse para textos breves. El material empleado para la copia de la Biblia fue de dos tipos: el papiro y el pergamino.

    El papiro (usado en Egipto desde el año 3,000 antes de Cristo). Es una planta acuática –caña o junco- que se da sobre todo en el Delta del Nilo. Se abría primero el tallo de la planta y luego se prensaba; las láminas así obtenidas se entrecruzaban, se aplastaban y se secaban. Era el material más común, pero a la vez el más frágil. Por lo regular se escribía sólo por la parte interior. Se han conservado muchos papiros de Egipto gracias a su clima seco.

    Constituyen el testimonio más antiguo en el ámbito de manuscritos bíblicos. El pergamino se forma con la piel de ciertos animales (ovejas, corderos), preparada con una técnica especial perfeccionada en Pérgamo, al norte de Éfeso, hacia el año 100 después de Cristo. Parece que fue muy difundido por los persas.

    En el Nuevo Testamento tenemos un testimonio de su uso en 2 Tim 4, 13: «Cuando vengas, tráeme el abrigo que dejé en Tróada, en casa de Carpo, y los libros, en especial, los pergaminos».

    Del siglo IV después de Cristo en adelante fue muy común. Es un material mucho más resistente, pero, a la vez, más caro. Por eso, algunos manuscritos en pergamino fueron raspados por completo para que pudieran ser utilizados de nuevo.

    Formato

    El rollo es una larga tira de papiro o piel, reforzada en las extremidades con dos varas que servían para enrollarla (Cfr. Lc 4, 16-20; Jr 36). Aún en nuestros tiempos, los judíos utilizan los rollos. El códice o libro ordinario (más común en pergaminos) fue empleado por los cristianos desde el siglo II; pero por los judíos, más tarde, parece que a partir del siglo VII. Los códices griegos se distinguen en unciales o mayúsculos y minúsculos.

    Los primeros son de letras mayúsculas continuas, más difíciles de leer por no haber separación entre las palabras; estuvieron en boga hasta el siglo X u XI; hay un poco más de 250 de ellos. Los segundos son de letras minúsculas, más fáciles de leer porque se da la separación entre las palabras. Empiezan a utilizarse a partir del siglo IX después de Cristo y se multiplican desde el siglo XI; son alrededor de 2 mil 600.

    8. Lenguas en que se escribió la Biblia

    Para la composición de la Biblia se emplearon tres lenguas: la hebrea, la aramea y la griega.

  • En hebreo se escribió casi todo el Antiguo Testamento. Era la lengua propia del Pueblo de Israel. Su origen es bastante oscuro. Parece que comenzaron a hablarla los cananeos y después la adoptaron los israelitas a partir de su estancia en Canaán.
  • En Arameo, lengua más antigua que el hebreo, se escribieron pocas cosas. Se pueden citar algunos capítulos de Esdras, Jeremías, Daniel y Mateo. El arameo comenzó a introducirse en Israel hacia los siglos IV y III antes de Cristo y tomó tanto fuerza, que llegó a suplantar a la lengua hebrea. Incluso Jesús hablaba con el pueblo en uno de los dialectos arameos.
  • En griego fueron escritos algunos libros del Antiguo Testamento, como el de la Sabiduría, 2 Macabeos y todos los del Nuevo Testamento menos el Evangelio de san Mateo. Este griego no era un griego clásico, como era por ejemplo el de Demóstenes, sino un griego popular, vulgar y corriente, llamado Koiné = común, que usaba el hombre de la calle. Se generalizó después de la conquista en Grecia por Alejandro Magno.

    Antiguo Testamento

  • Daniel: hebreo, con fragmentos arameos y griegos
  • Esdras: hebreo, con inserción de algunos documentos en arameo
  • Ester: hebreo, con fragmentos griegos
  • 1 Macabeos: hebreo. 2 Macabeos: griego
  • Tobías y Judit: hebreo o arameo
  • Sabiduría: griego
  • Todos los demás libros: hebreo

    Nuevo Testamento

  • San Mateo: arameo
  • Todos los demás libros: griego

    9.Versiones de la Biblia

    Hay que decir que, con el correr de los tiempos, se han hecho innumerables versiones de la Biblia. Entre las más antiguas –que son las que interesan más- hay dos muy importantes: la de los «Setenta» y la Vulgata.

    La versión de los Setenta. Según una tradición, fue realizada por 70 sabios de Israel. Su elaboración, entre los siglos III y I antes de nuestra era, estuvo destinada a los judíos de la Diáspora o de la dispersión, es decir, para el culto de las comunidades judías que vivían en el mundo grecorromano, especialmente de Alejandría y que ya habían olvidado la lengua hebrea, o quizá mejor, con el fin de que pudieran propagarla en la griega. En cualquier caso, esta traducción fue importante para los judíos que hablaban el griego y que más tarde se extendió por los países mediterráneos, preparando así el ambiente para el Evangelio.

    La versión de la Vulgata. Esta versión fue hecha en latín por san Jerónimo en el siglo IV en Belén. Partió de una necesidad, como la de los Setenta. Durante los dos primeros siglos se utilizaba en la Iglesia el griego popular, que era el que se hablaba en el imperio romano. Pero en el siglo III, se fue imponiendo el latín en Occidente. Por esa razón la tradujo san Jerónimo al latín. De ella se han sacado muchas ediciones hasta nuestros días, desde que el Concilio de Trento la reconoció solemnemente como la versión oficial latina sin negar por eso, el valor de otras versiones.

    La Sagrada Escritura es muy valiosa para la vida de la Iglesia

    Como la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios viva, sabemos que su poder y su fuerza para los cristianos es enorme. La Sagrada Escritura, junto con la Eucaristía, es la que da sustento y vigor a la vida de la Iglesia, asegura la firmeza de la fe, es alimento del alma y fuente de vida espiritual

    La Sagrada Escritura debe ser el alma de la teología, de la predicación pastoral, de la catequesis, de la instrucción cristiana. Sólo así aseguraremos en estas actividades, la presencia de Jesucristo, la Palabra, y por tanto, los frutos de santidad de las mismas. Invitando a Cristo a que nos acompañe en estas acciones, no nos quedaremos en lo humano. Él mismo se encargará de santificar cada palabra que digamos para darse a conocer a todos los hombres.

    La Iglesia recomienda la lectura frecuente de la Sagrada Escritura, ya que desconocerla es desconocer a Cristo.

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