La contribución a la Iglesia

Por: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá | Fuente: Para dar razón de nuestra Esperanza, sepa defender su Fe

Hoy vamos a conversar un poco sobre nuestra contribución material a la Iglesia. Y, aunque a primera vista este tema aparezca un poco ajeno a lo que estamos tratando, en realidad no es así, sino que, en realidad, condiciona la misión de la Iglesia.

Efectivamente, Nuestro Señor Jesucristo antes de subir al cielo dijo a sus discípulos estas hermosas palabras: «Vayan por todo el mundo y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos» (Mt. 28, 19) He aquí su glosa:

El día de la Ascensión
con un gozo muy profundo
Jesús dijo por el mundo
lleven mi predicación.
Por todo pueblo y nación
prediquen la santa fe,
Yo los acompañaré
hasta el final de los tiempos
y en la cruz y en el tormento
con ustedes Yo estaré.
El mandato de Jesús

Lo primero que percibimos en las palabras de Jesús es que aquí hay un mandato: Anunciar y propagar la Buena Nueva a través de todo el mundo.

Ello se hace con la dedicación y esfuerzo del Papa, de los obispos y sacerdotes, de los catequistas, de los misioneros y de todos los que son consecuentes con su bautismo. Cada cristiano, en razón de su bautismo, está llamado a cooperar a la hermosa tarea de Evangelización que Jesús nos dejó.Pero para cumplir con este mandato, además de recursos humanos y de la gracia del Espíritu Santo, se necesitan también recursos materiales.                                                                                                                                                                                                                                                     Es necesario preparar personal, construir seminarios, locales para reuniones, templos, parroquias, capillas, obras de caridad, etc. No podemos evangelizar sin contar con los medios necesarios para el apostolado. No debemos «tentar a Dios» pensando que El va a arreglar todo milagrosamente.

El refrán dice: «A Dios rogando y con el mazo dando». Dios nos ha dado manos y la inteligencia para solucionar los problemas que se presentan en el camino. De ahí la necesidad de que todos los bautizados cooperen también materialmente a la extensión del Reino.

Y ¿en qué se fundamenta esta obligación?
Este deber tiene, por supuesto, un fundamento bíblico.

En el ANTIGUO TESTAMENTO:
Moisés en el Deuteronomio muestra el profundo sentido del diezmo o primicia, que nació como una forma de agradecer a Dios por todos los dones recibidos (Deut. 12, 6-9 y 14, 22-28).

En el NUEVO TESTAMENTO:
– Jesús es presentado al templo y hace su ofrenda (Lc. 2, 24).
– Jesús paga el impuesto al templo (Mt. 17, 24-27).
– Jesús elogia a la pobre viuda (Lc. 21, 1-4).
– Jesús necesita y pide cinco peces y dos panes (Jn. 6, 9).
En la Iglesia primitiva
En la primera comunidad los cristianos compartían todo (Hch. 2, 42).
San Pablo pide a los Romanos una colecta para gastos de viaje (Rom. 15, 24).
Además, la comunión de bienes materiales es signo de la comunión en la fe y en el amor. Y al ofrecer dinero, uno se ofrece a sí mismo (2 Cor. 8, 5).

¿Cumple el cristiano con esto dando una limosna?

A veces los cristianos colaboran con la Iglesia dando una limosna en la Misa, en las Campañas de Cuaresma o con motivo de una colecta especial. Sin duda que esto es bueno y hay que hacerlo, pero ninguna de estas colaboraciones dispensa del compromiso mensual del cristiano con su Parroquia.

¿Cuál es la situación real de los católicos en nuestro país?

En nuestro país el porcentaje de católicos comprometidos con su iglesia es muy bajo. Esta situación, de por sí, ya revela una gran falta de madurez. Sólo gracias a la generosidad de otras Iglesias extranjeras se pueden mantener las obras de la Iglesia. Pero esta dependencia es incompatible con la condición de una Iglesia adulta. Tenemos que comprometernos.

¿A qué nos llama hoy la Iglesia?

La Iglesia nos llama a asumir este compromiso con sentido misionero. Algunos, pocos, ya lo hacen, y lo cumplen sagradamente todos los meses. Sigan cooperando sabiendo «que Dios ama al que da con alegría» (2 Cor. 9,7).
A quienes todavía no se han inscrito, la Iglesia los invita a hacerlo cuanto antes. Si usted es uno de ellos, vaya a su parroquia, pregunte e intégrese al grupo de cristianos comprometidos. No lo deje para otro día.

Asuma el compromiso en familia
¡Qué hermoso es cuando el papá o la mamá conversan sobre esto con sus hijos, los educan en este compromiso y mes a mes van cumpliendo generosamente con este deber! Ahí sí que experimentan el gozo y la alegría de ser cristianos.

¿Por qué hay tantos católicos pasivos en nuestra Iglesia? ¿Por qué entre los católicos hay tan poca conciencia de pertenecer a la Iglesia? Sin duda por la falta de compromiso en lo económico. ¿Y por qué avanzan tanto las sectas? En parte porque son sumamente exigentes en este punto. Es frecuente que un católico que nunca ha colaborado económicamente con su Iglesia, se pasan a las sectas e inmediatamente se compromete a pagar el diezmo.

Piense, además, cuántos misioneros laicos y sacerdotes se comprometen de por vida con el Señor. Pregúntese: ¿Hasta dónde llega mi compromiso con Cristo? ¿Soy de los que tan sólo me gusta recibir en la Iglesia, o soy de los que están prontos a cooperar, siquiera con un granito de arena para que la causa del Reino siga avanzando?

Si todos cumplimos, la obra del Reino irá creciendo de día en día y nuestra Iglesia irá avanzando. Si no cumplimos, algo quedará por hacer.

Finalmente una pregunta: ¿Cómo quisiera ver usted a su Iglesia? ¿La quiere ver hermosa, sin mancha ni arruga, y que avance cada día?

Inscríbase hoy mismo como contribuyente y sentirá que también usted es parte de la Iglesia. Medite estas décimas:

Este es el primer deber
que tiene todo cristiano
ayudar desde temprano
al progreso de la Fe.
Nadie se margine pues
de este hermoso compromiso
comprométase de fijo
a sacar esta tarea
y verá como la Iglesia
va cumpliendo su destino.
Si usted tiene un buen hogar
y también trabajo estable
comprométase cuanto antes
y sin hacerse rogar.
El Señor lo ayudará
téngalo por entendido
con su esposa y con sus hijos
cumpla, pues, con su tarea
y verá como la Iglesia
va cumpliendo su destino.

Resumiendo:
Desde el momento en que un católico coopera con su Iglesia ya está trabajando por extender el Reino. Y al contrario, quien pudiendo no colabora, está frenando la acción misionera de su Iglesia.
El verdadero católico colabora con su Iglesia.

El que es católico a su manera sólo quiere recibir de su Iglesia, pero nunca está dispuesto a cooperar.

Piénselo bien: Dios nos da la vida, la salud, el tiempo…

Y nos pide tan poco. Unas miguitas que, sumadas a las de otros cristianos, harán posible el crecimiento del Reino.

Si usted colabora activamente podrá decir con orgullo: Yo soy socio de mi Iglesia. Yo también soy misionero y ayudo con lo que puedo. Ahora bien, si usted no tiene recursos o no tiene trabajo y es tan pobre que no puede cooperar, no se haga problema. Dios ve su buena voluntad.

He aquí unos versitos que nos llaman a participar en la misión:

Cada uno tiene un don
una gracia y un talento
para que el Reino de Dios
vaya siempre en aumento.

Vamos todos a la Viña
a la Viña del Señor
y hagamos un mundo nuevo
un mundo nuevo y mejor.

En los Hechos se asegura
que los primeros cristianos
se ayudaban mutuamente
como auténticos hermanos.

Este es el gran mandato
que dejó Nuestro Señor:
anunciar la Buena Nueva
y hacer un mundo mejor.

Coopere sin demora
y con gozo muy profundo
a extender la Buena Nueva
a través de todo el mundo.

Nuestra Santa Madre Iglesia
tiene el sagrado deber
de anunciar al mundo entero
las riquezas de la fe.

Para hacer esta tarea
a través del mundo entero
nuestra Iglesia necesita
de su aporte y su dinero.

Cuestionario:
¿Cuál fue el mandato de Jesús el día de la Ascensión? ¿A quiénes va dirigido este mandato? ¿Tiene que ser misionera toda la Iglesia? ¿Cómo se comprometen los sacerdotes y religiosos en esta tarea? ¿cómo se comprometen los laicos? ¿Qué grado de compromiso con la Iglesia tengo yo? ¿Coopero a la extensión de Reino también con mi aporte en lo material?

 

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