Reconocer la obra de Dios

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«Aunque no me crean a mí, crean a las obras, para que puedan comprender que el Padre está en mí y Yo en el Padre».

Los judíos tomaron a Jesús e intentaron apedrearlo. Vieron los milagros que hacía y aun así no le creyeron. Cuántas veces nosotros también intentamos apedrear a Jesús. Lo apedreamos cuando no confiamos en Él, cuando intentamos solucionar todo por nuestra cuenta sin requerir su ayuda. «Es verdad, Señor, puedes hacerlo todo, pero esto…»

Hay días en los que estamos agradecidos por el don de la vida, por nuestra familia, por nuestra salud; y tal vez, a través de una boda, un bautismo, o simplemente un abrazo, una caricia, hemos contemplado brevemente la sonrisa de Dios que obra en nuestras vidas. En estos momentos es fácil confiar en Dios.

Pero cuando llega el dolor a nuestra vida, la muerte de un ser querido, la herida de una traición, las dificultades económicas, no es tan claro que Dios está ahí. Sin embargo, Él sigue trabajando en nuestras vidas, ya que sabemos que «en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman.» (Rm 8,28)

Pidamos a Dios su gracia para abrir nuestros ojos y reconocer su obra en nuestras vidas.
La Palabra de Dios disgusta siempre a ciertos corazones. La Palabra de Dios fastidia cuando tienes un corazón duro, cuando tienes un corazón de pagano. Porque la Palabra de Dios te interpela a ir adelante, buscándote y quitándote el hambre con ese pan del que hablaba Jesús. En la historia de la Revelación, tantos mártires han sido asesinados por fidelidad a la Palabra de Dios, a la Verdad de Dios.
(Homilía de S.S. Francisco, 21 de abril de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Dialogar con Dios sobre aquello que me impide confiar en Él plenamente.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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