Recuperar el corazón de niño

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Jesús, Tú has prometido que quien recibiera a un niño, te recibiría también a Ti.

Hoy, Jesús, quisiera pedirte perdón. He crecido y mil preocupaciones llenan todo mi tiempo. Ya casi no tengo tiempo para recordar (y mucho menos para agradecer) todo las risas y las lágrimas que viví siendo niño.

He dejado que el tiempo empañe aquella mirada pura y la sonrisa radiante que tenía antaño. Ya casi no miro las estrellas y la lluvia, lejos del asombro que me causaba, ahora me fastidia porque o embotella el tráfico o me impide llegar seco a mis ocupaciones.

Perdóname, Señor, no por haber crecido, sino por haber olvidado que fui niño. Porque me he vuelto una persona tan ocupada que no sé recibir esos pequeños regalos que Tú me das como lo son una noche estrellada o una hermosa flor. Perdóname, Jesús, y ayúdame a volver a tener un corazón de niño capaz de recibirte y de llegar al cielo, pues sólo quien se hace como niño entrará en el reino de los cielos

«Todos estamos llamados por vocación cristiana al servicio que sirve y a ayudarnos mutuamente a no caer en las tentaciones del «servicio que se sirve». Todos estamos invitados, estimulados por Jesús a hacernos cargo los unos de los otros por amor. Y esto sin mirar de costado para ver lo que el vecino hace o ha dejado de hacer. Jesús dice: «Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos». Ese va a ser el primero. No dice, si tu vecino quiere ser el primero que sirva. Debemos cuidarnos de la mirada enjuiciadora y animarnos a creer en la mirada transformadora a la que nos invita Jesús.»
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de septiembre de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a detenerme a habar 5 minutos con un niño y, al final, le pediré a Dios que me regale un corazón así.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

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