Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
La vida muchas veces se nos presenta como un camino… Un camino que hay que recorrer. Un camino que es hermoso pero que también tiene sus sendas estrechas, con uno que otro obstáculo que hacen difícil el paso.
Mientras lo recorremos se nos dice que hay que luchar, que no hay que rendirse… que hay que seguir hasta el final. «Es una lucha… es un combate» -se nos dice. Es apasionante…, muchas veces dolorosa; muchas veces se torna cansada. Ésa es, en ocasiones, la filosofía de vida.
La vida con Dios, por otro lado, nos invita a hacer lo contrario… nos invita a rendirnos. No ante la vida, ni ante nosotros mismos…Nos invita a rendirnos ante Él mismo…rendirnos ante Dios.
Rendirse ante Dios es dejarlo entrar en la propia vida…. Rendirse ante Dios es dejar que Él guíe mi caminar; es vivir sabiendo que nos espera la eternidad. Rendirse ante Dios no significa dejar de luchar, muy al contrario, significa confiar en que sólo con Él puedo ganar.
Rendirse ante Dios es aceptar su testimonio; aceptar su palabra… aceptar su amor.
Rendirme ante Dios es ya no poner resistencia a lo que Él quiera hacer conmigo… Es confiar en que el camino de la vida sólo rindiéndose tiene sentido.
Hoy me rindo ante ti, Señor.
«Por esto no tenemos más miedo: nuestra vida ya se ha salvado de la perdición. Nada ni nadie podrá arrancarnos de las manos de Jesús, porque nada ni nadie puede vencer su amor. ¡El amor de Jesús es invencible! El maligno, el gran enemigo de Dios y de sus criaturas, intenta de muchas maneras arrebatarnos la vida eterna. Pero el maligno no puede nada si nosotros no le abrimos las puertas de nuestra alma, siguiendo sus halagos engañosos».
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de abril de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer un acto de caridad oculta como fruto de la contemplación del testimonio de amor de Jesucristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.