Una decisión sin vuelta atrás

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

«A donde quiera que vayas te seguiré»… ¿Qué pasaría en tu corazón, Señor, al escuchar estas palabras?, te detuviste en el camino. Los apóstoles contigo. ¿Qué sucedería en tu interior al mirar a aquella persona, a aquél hombre o a aquella mujer? Por cierto que Tú, Señor, le miraste a los ojos. Y entonces le dijiste a uno que «las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; mientras que el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza». Y le indicaste al otro que dejase que «los muertos entierren a sus muertos».

Tantas veces quiero seguirte, Señor, sin intentar siquiera intuir las exigencias del Evangelio. Un hombre dijo una vez que tenía miedo de pedir la cruz para su vida. Se conocía y conocía su fragilidad. Muchos santos pedían dolor para sus vidas, con tal de vivir algo por Cristo. Pero apenas hemos probado un poco de la cruz, cambia toda la visión. Seguirte es exigente.

¿Cuál sería la mirada de aquellos que te interpelaron en el camino, después de escuchar tu respuesta? No eras duro, Señor, sino sensato. El amor conlleva donación, renuncia. El anuncio del Reino no necesita tanto de instrumentos, sino de las libertades de los hombres y mujeres.

Para ganar una libertad, se necesita otra. Para que uno te conozca, se necesita otro que quiera darte a conocer. Somos humanos y los unos nos damos testimonio a los otros. Nunca sin tu gracia, Señor, pero al mismo tiempo Tú quisiste que nunca sin nosotros.

Es necesario un seguimiento pleno. Es necesaria la entrega plena de la libertad. El cristianismo verdadero implica a todo el hombre. Implica una decisión sin vuelta atrás, pues «el que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».

Feliz la entrega de aquél que lo haga con todo su ser.

«No debemos mirar hacia atrás: es un camino para ir hacia adelante, hacia el horizonte, con esperanza, con valentía, abiertos a la gracia. Un día voy hacia adelante, otro día voy hacia atrás, hacia adelante y hacia atrás. Esto no ayuda, nos hace permanecer quietos en el mismo sitio. Todos los días necesitamos convertirnos. Padre, para convertirme tengo que hacer penitencias, darme golpes. No, se necesitan pequeñas conversiones. Si eres capaz de lograr no hablar mal de otro, estás en el buen camino para llegar a ser santo. Estamos llamados a hacer cosas sencillas: ¿Tengo ganas de criticar al vecino, al compañero de trabajo?, será útil morder un poco la lengua, tal vez se hinchará pero su espíritu será más santo, en este camino».
(Homilía de S.S. Francisco, 24 de mayo de 2016, en Santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

¿Hay algo de mis actividades, de mis costumbres, de mis gustos, que no sea acorde a tu amor, Señor? Hoy quiero comenzar el camino, o reemprenderlo, para ofrecerte esta renuncia por tu Reino. Y la ganancia será mayor.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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