Una joven devota del Sagrado Corazón de Jesús explica cómo vivió la Cruz en un quirófano

La española María Mercedes Cujó Blasco nació el 12 de mayo de 1989. Los médicos le dijeron a sus padres que, por el tamaño de su cabeza, no debería haber nacido, pero lo hizo sana. Era deportista y le gustaba bailar y pintar. Hizo su Primera Comunión el 8 de mayo de 1998. En el año 2012 ya era Licenciada en Derecho.

Pocos años después, durante un viaje a la ciudad alemana de Munich experimentó un encuentro personal con Jesús: “Mi vida cambió porque ya no estaba sola, sino que estaba con Él”, decía. Junto a sus hermanas y algunos amigos, formaron el grupo de Jóvenes de la Fundación Verdadera Devoción al Corazón de Jesús.

En noviembre de 2019, le diagnosticaron un cáncer de mama triple negativo. Su familia afirma que recibió la noticia llena de alegría. Recuerdan sus palabras: “Lo peor que me puede pasar es que me cure y lo mejor que me vaya al Cielo. Así que, se mire por donde se mire, todo es bueno”, afirmaba Mercedes.

Con el tratamiento de quimioterapia que necesitaba iba a perder el pelo, así que, el 6 de enero de 2020, se cortó la melena y se la ofreció al Niño Jesús como regalo de Reyes.

Desde que se supo enferma, Mercedes fue consciente de que su “trabajo exclusivo” era “llevar almas a Jesús”. “Durante mi enfermedad experimenté la mayor muestra de amor de Dios. Era completamente feliz en mi cruz”, afirmaba.

El 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, terminaron los ciclos de quimioterapia. Poco después la operaron y no encontraron ni rastro del tumor.

Aquella experiencia en el quirófano quedó reflejada en una carta que dirigió a un sacerdote, fechada el 30 de junio de 2020.

En ella Mercedes explica que el día antes fue a misa, confesó, comulgó y estuvo en oración delante del Santísimo durante un rato. “Era la primera vez que me operaban”, afirma, pese a eso, se encontraba serena y confiada.

Llegó al quirófano. “Me encomendé a Jesús y le ofrecí todo”, describe en la carta. En ese momento, “la sala se había convertido en el monte Calvario”, recuerda, y “la mesa tenía forma de cruz”.

Alguno de los sanitarios le dijo: “Te voy a colocar una ‘diadema’ en la frente y cabeza que te va a molestar un poco, pero no te preocupes”. Mercedes afirma que en ese instante vio “la corona de espinas de Jesús clavada en su cabeza”. A ella la diadema no le molestaba.

A continuación, le pidieron que estirara el brazo para colocarle la vía en la mano. En ese momento Mercedes vió “cómo Jesús estiraba su brazo para que le clavasen el clavo en la mano”. Una vez más, ella apenas sintió nada.

El siguiente paso era anestesiarla. Y cuando le acercaron la máscara con los gases, se le vino a la mente el momento cuando “a Jesús le acercaban la esponja con vinagre cuando dijo: ‘Tengo sed’”.

Al despertar de la operación, se levantó con mucha fuerza: “Todo el dolor lo quería ofrecer. No quería ningún calmante. Todo el sufrimiento, la enfermedad, tenía sentido”, explica Mercedes en la carta.

Y continúa: “No sé si lo que experimenté fue un desequilibrio mental o algo meramente sugestivo, pues soy una persona bastante sensible. Pero el caso es que pude ver claramente lo que significa vivir la cruz en Jesús al contemplar la crucifixión ahí mismo”.

Sobre los sufrimientos padecidos, señalaba: “Todo se ajusta a lo que yo puedo soportar. Todo mi cáncer es llevado con una alegría que sólo puede venir de Dios”.

La carta concluye con un agradecimiento: “Estoy agradecida por esta enfermedad, porque me ha permitido experimentar el amor del Corazón de Jesús de una manera indescriptible. Me emociona el sólo hecho de saberme tan querida por Dios pese a lo pecadora que soy”.

Parecía que la enfermedad había quedado atrás. Sin embargo, no fue así.

Mercedes vivió sus últimos ejercicios espirituales el pasado mes de mayo. Poco después, notó unos fuertes dolores en la pierna. Las pruebas médicas confirmaron que tenía varios tumores en la médula.

Sus familiares aseguran que “afrontó la noticia con paz», sin perder su gran sentido del humor. “Parece que se avecinan curvas”, bromeaba Mercedes.

Más en serio, afirmaba: “Dios sabe el Cielo que nos espera y por eso permite los sufrimientos que podamos tener aquí, porque no son nada en comparación”.

El 5 de agosto llevó un ramo de girasoles al Santuario de Schoenstatt. Esa misma noche padeció unos dolores muy fuertes de cabeza y entró en muerte cerebral.

Falleció al día siguiente, 6 de agosto de 2022, “día de la Transfiguración del Señor, primer sábado de mes, rodeada de cantos y oraciones de sus seres queridos”, rememoran sus familiares en un vídeo homenaje.

A lo largo de este año, Mercedes decía con asiduidad: “Tengo 33 años, la edad de Jesús”.

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