Señor, tú eres justo, todas tus obras son justas

Queridos hermanos, paz y bien.

Dos personas, Tobit y Sara, rezando a la vez, en una situación en apariencia sin salida. El uno, porque a su alrededor todo estaba en contra. La otra, porque se le habían muerto ya siete maridos. En vez de echarse en brazos de la desesperación, rezan, con lágrimas, con sentimiento, como hay que rezar. Y en el mismo momento, el Dios de la gloria escuchó la oración de los dos, y envió a Rafael para curarlos.

En mi vida me he encontrado, sobre todo en Rusia, con gente creyente, que no entendían lo que les estaba pasando, pero confiaban en Dios. Sobre todo personas mayores, que han sufrido mucho en la guerra o con el comunismo. Han sido capaces de cambiar sus criterios, para pensar como Dios, y no como los hombres. Para guardar en el corazón las cosas que no entienden, como la Virgen María, y confiar. Seguir viviendo y trabajando como si todo dependiera de ellas, pero sabiendo que todo depende de Dios.

No es fácil vivir así. Nos acostumbramos a vivir como pensamos, o a pensar como vivimos. Y hay que vivir siempre en presencia de Dios. Intentando pensar como él piensa. Nos ha dejado muchas señales en el camino para poder hacerlo. La señal mejor, su Hijo, Jesús. Y sus palabras. Y la ayuda del Espíritu Santo. Pentecostés y la solemnidad de la Santísima Trinidad nos lo han recordado recientemente.

Nuestro destino es ser como ángeles del cielo. En el camino de nuestra vida, tenemos que creer que es posible, y vivir según esa creencia.

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