La maternidad virginal de María en el designio de Dios

La mirada de la fe, unida al conjunto de la Revelación, puede descubrir las razones misteriosas por las que Dios, en su designio salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación por María de esta misión para con los hombres.

 La virginidad de María manifiesta la iniciativa absoluta de Dios en la Encarnación. Jesús no tiene como Padre más que a Dios. «La naturaleza humana que ha tomado no le ha alejado jamás de su Padre…; consubstancial con su Padre en la divinidad, consubstancial con su Madre en nuestra humanidad, pero propiamente Hijo de Dios en sus dos naturalezas».

 Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María porque él es el Nuevo Adán que inaugura la nueva creación: «El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo viene del cielo» (1 Co 15, 47). La humanidad de Cristo, desde su concepción, está llena del Espíritu Santo porque Dios «le da el Espíritu sin medida» (Jn 3, 34). De «su plenitud», cabeza de la humanidad redimida, «hemos recibido todos gracia por gracia» (Jn 1, 16).

 Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe. «¿Cómo será eso?» (Lc 1, 34) . La participación en la vida divina no nace «de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios» (Jn 1, 13). La acogida de esta vida es virginal porque toda ella es dada al hombre por el Espíritu. El sentido esponsal de la vocación humana con relación a Dios se lleva a cabo perfectamente en la maternidad virginal de María.

 María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe «no adulterada por duda alguna» y de su entrega total a la voluntad de Dios. Su fe es la que le hace llegar a ser la madre del Salvador: «Beatior est Maria percipiendo fidem Christi quam concipiendo carnem Christi» («Más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo»).

María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más perfecta realización de la Iglesia: «La Iglesia se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También ella es virgen que guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo».

Related posts

*

Top