No conviertan en mercado la casa de mi Padre

Meditación del Papa Francisco

El templo es un lugar donde la comunidad va a rezar, a alabar al Señor, a darle gracias, pero sobre todo a adorar: en el templo se adora al Señor. Y este es el punto importante. También, esto es válido para las ceremonias litúrgicas, ¿qué es más importante? Lo más importante es la adoración: toda la comunidad reunida mira al altar donde se celebra el sacrificio y adora. Pero, yo creo – humildemente lo digo – que nosotros cristianos quizá hemos perdido un poco el sentido de la adoración y pensamos: vamos al templo, nos reunimos como hermanos – ¡es bueno, es bonito! – pero el centro está donde está Dios. Y nosotros adoramos a Dios.

¿Nuestros templos, son lugares de adoración, favorecen la adoración? ¿Nuestras celebraciones favorecen la adoración? Jesús echa a los mercaderes que habían tomado el tempo por un lugar de comercio más que de adoración. (Cf. S.S. Francisco, 22 de noviembre de 2013, homilía en Santa Marta).

Reflexión

 

No deja de sorprendernos ver a Jesús enfurecido, sacando a los mercaderes del Templo a latigazos. Tenía que defender algo sagrado: la casa de su Padre. Es lógico que se enfade por una situación como esa. ¿Qué haríamos nosotros si entrásemos en la casa de nuestros padres y aquello se hubiera convertido en un mercado persa? Si no hiciéramos nada, ¡menudos hijos seríamos!
Lo más probable es que siguiéramos el ejemplo de Cristo. Porque Jesús amaba a su Padre infinitamente y no podía consentir aquel abuso. El amor apasionado le impulsaba a actuar de aquel modo.

Hoy sigue habiendo «mercaderes en el Templo». Sabemos que cada hombre es «templo del Espíritu Santo» y hay muchos hombres y mujeres cuyos templos están siendo profanados con todo tipo de abusos morales y físicos. Este panorama debería «quemarnos» las entrañas y suscitar en nosotros una pasión por lo que es sagrado: cada ser humano.

¡Cuántos atropellos a su dignidad! Cada aborto, cada violación, cada acto de esclavitud es una verdadera profanación.

Propósito
Nosotros, como cristianos, deberíamos salir en defensa de todos esos hermanos nuestros que sufren, pues ahí está también Cristo sufriendo. ¿Qué está en mis manos?

Diálogo con Cristo
Espíritu Santo, te pido la sabiduría y la fortaleza para saber defender a la Iglesia. Que nunca acepte la mediocridad o la indiferencia. Frecuentemente dejo que la apatía o la flojera disminuyan mis ganas de trabajar, por eso te pido que enciendas en mí el fuego de tu amor para ser un apóstol, empezando por mi propia familia.

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